Sin embargo, sus responsables quieren reencontrarse con sus orígenes y por eso ayer se dio el pistoletazo de salida a la celebración de esta efeméride en Castilleja de la Cuesta, con la oda a la torta de aceite recitada por Antonio García Barbeito.
La historia de Inés Rosales es la de una genialidad: una receta simple pero única de aceite, harina, azúcar y ajonjolí, amasada con manos de mujer, que un siglo después se vende en los cinco continentes desde una fábrica que produce 300.000 tortas de aceite al día y factura 14 millones de euros al año.
El presidente de Inés Rosales, Juan Moreno, se emocionó ayer al leer algunas de las impresiones que sobre el sabor de estas tortas de aceite le llegan desde otros rincones del mundo, como las de un habitante de Nueva York que las puede probar en uno de los célebres Starbucks Cafe de la capital del mundo y que dice que los ingredientes de este dulce "conspiran para obligarlo a sentarse a disfrutar de un café".
En el encuentro de ayer intervino también el alcalde de Castilleja de la Cuesta, Manuel Benítez (PSOE), quien reivindicó el binomio de su pueblo con este sabor e invitó a los vecinos a buscar recuerdos de esta tradición en sus cajones para crear un museo de la torta de aceite.
Bajo la mirada cómplice del alcalde de Huévar del Aljarafe, Rafael Moreno (PSOE), que no tiene en su pueblo la tradición pero sí los 3,5 millones de euros que genera al año la empresa en empleos e impuestos, y que siguió el evento en un segundo plano, agradeció a Inés Rosales que "lleve el nombre de Castilleja de la Cuesta por todo el mundo".
Pero una empresa donde su producto se sigue elaborando todavía -"y que así sea por 100 años más"- de manera totalmente artesanal tiene su punto débil, tal y como destacó ayer su presidente, quien alertó de la falta de mano de obra especializada. Por ello se trabajará con la Consejería de Empleo para poder dar cursos orientados a formar a futuras labradoras para que den forma a las tortas de aceite.
