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Inmigrantes: el discurso del contrato

Las ideas filosóficas posmodernas, que con tanta riqueza y brillantez han sido desarrolladas por nuestros vecinos del norte, no han gozado en general de buena acogida en España. Y sin embargo algunas parecen bien asumidas e incorporadas en nuestro discurrir cotidiano.

el 15 sep 2009 / 04:34 h.

Las ideas filosóficas posmodernas, que con tanta riqueza y brillantez han sido desarrolladas por nuestros vecinos del norte, no han gozado en general de buena acogida en España. Y sin embargo algunas parecen bien asumidas e incorporadas en nuestro discurrir cotidiano. Así sucede con la conciencia de la autonomía del discurso, de que los discursos pueden adquirir vida propia desvinculada de la realidad que los sustenta, de que bien alimentados pueden incluso generar su propia realidad, paralela a aquélla. El poder social de quien puede y sabe generar discursos generadores de realidad es enorme. Algunas de sus manifestaciones son fáciles de identificar. Las delatan su tono elevado, su contenido carente de matices, su expresión repetitiva dentro y fuera de contexto, su prominencia sobre los datos. Otras son más indirectas y sutiles, y también más insidiosas.

La propuesta de elaborar un contrato para inmigrantes se encuentra entre éstas últimas. Carente de efectos jurídicos, la propuesta es rica en discursos implícitos. En su base está el que predica que los inmigrantes reciben mucho y dan poco, que sin compromiso formal no cabe siquiera esperar que respeten nuestras normas jurídicas. Todo ello cuando las estadísticas de criminalidad y los datos económicos apuntan a una realidad bien distinta. De mayor calado y resistente a las estadísticas es el discurso, también subyacente a esa propuesta, de que es legítimo imponer a la población inmigrante unas costumbres, las nuestras, aún por definir, el que alimenta la idea de que la sociedad española (o la valenciana) es culturalmente homogénea, de que no cabe cohesión social sin homogeneidad, de que la diversidad es, en definitiva, perniciosa. Es fácil alimentar el miedo a lo distinto. Lo difícil es saber adónde nos puede llevar.

Profesora de Derecho Constitucional y miembro del Consejo Editorial de El Correo

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