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Instrucciones para cambiar las reglas del juego

Usuarios y personal de centros de acogida juegan un partidillo de 'futbolín humano' por la inclusión social.

el 28 nov 2013 / 10:20 h.

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15316099 Dejar de mirarlos con rechazo, como si fuesen una especie venida de un mundo indeseable o una enfermedad contagiosa. Asumirlos como parte (y como denuncia viva) de esta sociedad regida por unos principios perversos. Hacer que se sientan iguales, aceptados, más allá de las vicisitudes que los han convertido en lo que eufemísticamente se denomina excluidos sociales, y que periodísticamente se llama destruidos por el sistema. Todo esto, y aún más, es lo que se buscaba ayer, en el polideportivo que hay junto a la calle Lumbreras, con la celebración de un futbolín humano en el que la empresa Grupo 5 unía sobre una misma cancha a usuarios y personal de los centros municipales de acogida de Sevilla y Madrid. Grupo 5 es una empresa que, entre otras cosas, trabaja para ambos ayuntamientos encargándose de gestionar la atención a los colectivos más vulnerables. Uno de sus responsables, Francisco Calabozo, comentaba ayer durante este partidillo que, curiosamente, la crisis no parece haber aumentado el número de excluidos y de personas sin hogar; que lo que provoca estas situaciones no es tanto la falta de dinero como la falta de familia, de ternura, de amigos, lo que desencadena en las personas “un proceso de desestructuración”. Que es como salirse del mundo. Añádanse a eso “un bajo nivel educativo, problemas de movilidad, rupturas familiares, pérdida de las redes de apoyo” y se tendrá un retrato aproximado del porqué de este panorama. Pero ayer, esta situación tendente al abatimiento crónico y al abandono no parecía tal, sino una pequeña fiesta. El futbolín lograba cumplir el propósito de los organizadores: igualar a todos, volver a ser todas las personas un mismo equipo (todo lo más, dos). Había alegría en esos rostros. Y esperanza. “Yo llevo tres meses en el centro de acogida”, decía respetuosa y tímidamente Antonio, como si hablar para un periódico fuese una cosa extraordinaria, importante y no del todo recomendable, “pero ahora estoy buscando empleo de jardinero, que es lo que era antes”. Con idéntico tono, Emilio comentaba que está en un programa de rehabilitación, que ha logrado pasar ya siete meses sin probar el alcohol, y que si bien no podrá volver a trabajar de camarero (por razones obvias), intentará ganarse la vida con el arte floral y además va a empezar un curso de cocina. “No hay un estudio histórico del sinhogarismo en Sevilla”, añade Francisco Calabozo, “ni datos tampoco, porque un excluido que hoy está aquí mañana puede estar en Huelva. Pero sí se puede decir que el perfil predominante es el de varones de entre 35 y 45 años, la mitad de ellos extranjeros y solo una minoría adictos a alguna sustancia. [A los cinco minutos de partido los cuarenta estaban muertos de risa. Iban dos a dos. Más igualados, imposible.]

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