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Isla Mayor quiere ser Almería

Los trabajadores agrícolas de Isla Mayor sueñan con que los cultivos hidropónicos de lechuga que se experimentan en su marisma cambien en pocos años el aspecto deprimente de la economía local, y de rebote acabe también con el déficit de agua para cultivar arroz.

el 14 sep 2009 / 23:34 h.

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Los trabajadores agrícolas de Isla Mayor sueñan con que los cultivos hidropónicos de lechuga que se experimentan en su marisma cambien en pocos años el aspecto deprimente de la economía local, y de rebote acabe también con el déficit de agua para cultivar arroz.

La lozanía y el sabor de las lechugas que la empresa almeriense Primaflor -primer vendedor de esta hortaliza en Europa- ha conseguido en su cultivo experimental de La Abundancia, a dos kilómetros de Isla Mayor disparar los sueños de repetir en el pueblo que más población pierde -por falta de oportunidades- de la Gran Sevilla el milagro económico de los invernaderos de Almería.

De momento las cosas van bien en las 1,6 hectáreas que este grupo cultiva: 135.000 lechugas de 12 variedades cuya cosecha comenzó el 28 de enero. Si las cosas van bien se sucederán tres cosechas al año y Aguas de Almanzora, comunidad de regantes a la que está asociada Primaflor, tiene en las cercanías de Isla Mayor 1.600 hectáreas de terreno.

Además, el sistema de riego de las lechugas, perfeccionado en las áridas tierras de Almería, ha logrado criarlas sólo con la poca agua de lluvia que ha caído desde noviembre de 2007 y en todo caso supone un gasto hasta cinco veces inferior que un cultivo ordinario: 500.000 litros frente a los hasta 2,5 millones de una plantación de lechuga de toda la vida, sobre tierra.

Las comparaciones con el sufrido cultivo inundable del arroz, que cada vez genera menos empleo y cada vez está más barato en los mercados son, en opinión de los habitantes del pueblo, son inabordables: en este año de sequía los arroceros se pueden dar con un canto en los dientes si finalmente cultivan el 50% de las 36.000 hectáreas dedicadas al arroz en la provincia, pero para eso tiene que llover.

Asimismo, cada hectárea de lechuga hidropónica genera tres o cuatro puestos de trabajo fijos, frente a la tiranía de las peonadas del arrozal. El alcalde de Isla Mayor, Francisco Murcia (IU), está encantado con la llegada de estos Mr. Marshall de Almería y sueña con un pueblo que, como en los años buenos del arroz, hace medio siglo, atraiga a la gente a trabajar. Su primer teniente de alcalde, Antonio Cotano, está simplemente eufórico.

Desde Primaflor, uno de sus técnicos, Valentín Sesma, explica que el experimento quiere demostrar que las lechugas pueden crecer sin agua de regadío, una experiencia que no pueden desarrollar en Almería por falta de precipitaciones.

La empresa ha invertido en Isla Mayor más de 96 millones de euros, entre compra de tierras -más baratas que en la provincia oriental- y el nunca visto en la marisma sistema hidropónico, con ordenadores, conducciones de agua en circuito cerrado con una capacidad de 16 millones de litros y abono para las plantas, cuyas raíces nunca llegan a tocar el suelo para que no se desperdicie una sola gota de agua. El sistema se llama NGS.

Las plantas no toman los nutrientes que hay, y punto, en la tierra: con este cultivo alguien las abona según precisen, "a la carta". Aunque parezca chocante, no sólo están ricas estas lechugas, sino que desde hace años son hidropónicas las que se comen en los supermercados que las venden envueltas en bolsas para ensalada, explican Sesma y, a pie de campo, el capataz de la explotación, Pedro Aparicio.

Los planes para el futuro más inmediato, explican desde Primaflor, pasan por experimentar con otros cultivos hortícolas como el ajo, el melón y, sobre todo, la fresa: los almerienses ya se han introducido en los campos de plástico de Huelva. A más largo plazo hablan de abrir una fábrica de preparados para supermercados en Isla Mayor.

Sesma explica que el nuevo sistema no solo dará más trabajo al pueblo: calcula que a Primaflor les saldrán imitadores en la marisma, ya que el sistema es "asumible" por un pequeño agricultor. Y exportable a todo el Bajo Guadalquivir, una comarca que no sabe a dónde mirar para sustituir sus dos cultivos tradicionales, el algodón y la remolacha, castigados por las OCM (Organización Común de Mercado).

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