Economía

Isla Mayor, un pueblo que mira al campo con el alma en vilo

Los vecinos de Isla Mayor tienen estos días el sueño inquieto. No se fían del arroz, el cultivo que dio origen al municipio, el que le da de comer. Este año parece que no les dará grandes alegrías, o al menos eso apuntan las temidas espigas blancas, secas, que se deshacen en las manos.

el 15 sep 2009 / 11:26 h.

Los vecinos de Isla Mayor tienen estos días el sueño inquieto. No se fían del arroz, el cultivo que dio origen al municipio, el que le da de comer. Este año parece que no les dará grandes alegrías, o al menos eso apuntan las temidas espigas blancas, secas, que se deshacen en las manos. "Esto es arroz muerto, es como un aborto. Si a la planta la sometes a mucho estrés, como el que le aporta la sal del río, vienen las secuelas. Es como si fuera un bebé". Lo explica con el gesto preocupado Javier Arias, vicepresidente de la comunidad de regantes La Ermita y miembro del comité permanente de la Federación de Arroceros de Sevilla (FAS). Entre sus manos, ramilletes verdes con el prometedor arroz escondido aún mezclados con espigas blancas. Ahí no hay nada que rascar.

Javier reconoce que el pueblo, el antiguo Villafranco del Guadalquivir, está "con la mosca detrás de la oreja", porque lo que ya se ve, ese 15% mínimo de pérdidas, desencadenará en breve una reacción en cadena. "Si hay menos arroz, habrá menos que recolectar, por tanto hará falta menos mano de obra, menos tractores, menos transportistas, menos personal en las naves...", relata como un rosario. A eso se suman los negocios, notablemente menores pero importantes, de pesquerías de cangrejos en los municipios de la ribera del río, que también sufren las consecuencias.

Mientras mira al frente, a esos campos verdes sobre los que vuelan las garzas reales, en los que los cangrejos de río buscan sustento, allí donde no hay más que paz. "Estamos todos igual -dice-. Ni siquiera en zonas como Puebla del Río, que están más cerca de la cabecera del río, se están librando. En mayor o menor medida, a todos nos está matando la maldita sal".

Entre canales de desagüe y de bombeo explica que el verdadero efecto de la crisis se verá en octubre, a finales, que es la fecha habitual de la recolección. Lo que teme es que en la segunda fase de crecimiento de las espigas haya muchos ramilletes "inservibles" y lo que hoy es un "golpe severo" se convierta en un "golpe tremendísimo". "Ojalá que no pase, ojalá que no pase...", ruega al aire.

De los 5.900 habitantes que tiene actualmente el municipio de Isla Mayor, más de 2.000 se dedican directamente al cultivo del arroz, sin contar con los empleos indirectos que genera. No hay más que pasear por la calle que vertebra el lugar, en la que apenas cuatro comercios y otros tantos bares aportan variedad a la economía local. El pueblo en sí y sus residentes son fruto de la tierra anegada y las espigas, como Javier, hijo de extremeño y gaditana que hace décadas se desplazaron a Sevilla para la temporada arrocera. Eran los tiempos en los que cada año llegaban a Isla Mayor unos 10.000 jornaleros, que hasta en las aceras tenían que dormir por falta de techo. Hoy sus hijos usan tractores con GPS, la siembra se hace con máquinas y la mano del hombre apenas toca las espigas más que cuando pasea entre ellas para quitarles las malas hierbas. "Lo que no quita -puntualiza Javier- que el arroz no siga siendo nuestro pan y nuestro futuro".

Los arroceros se quejan de que "nadie" les dé respuestas "exactas y urgentes" de por qué el río lleva tanta sal y temen que si las primeras explicaciones llegan a final de año -como prometió el miércoles la Junta de Andalucía-, se perderán "muchos meses en los que se podía ir poniendo solución al problema". "Y quiere el Gobierno que la agricultura amortigüe la crisis... Pues no sé cómo", lamenta.

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