La campaña de IU a las elecciones europeas del 25 de mayo órbita en torno a dos ideas fuerza complementarias: la primera es la lucha contra el bipartidismo PSOE-PP, que «no son lo mismo, pero sí hacen lo mismo y votan juntos el 75% de las iniciativas en Europa». La segunda es que, como fuerza de Gobierno en Andalucía, IU defiende el pacto progresista que les une a los socialistas, que les ha permitido trazar «una alianza desde el poder con la ciudadanía» para llevar a cabo políticas sociales arriesgadas, a contracorriente y de marcado sesgo ideológico (la ley antidesahucios que permitía expropiar viviendas a los bancos que desalojan a familias en riesgo, el decreto de exclusión social que garantiza tres comidas al día a niños pobres) Este modelo, dicen, es exportable a otras regiones, al conjunto del Estado y a la propia UE. El pasado domingo por la noche, los dirigentes de IU vieron por televisión una entrevista al expresidente Felipe González, referente ideológico del socialismo, en la que defendió abiertamente la idea de una gran coalición entre PP y PSOE tras las elecciones generales de 2015 «si el país lo necesita». La federación de izquierdas entendió enseguida que las palabras de González iban a sacudir la campaña electoral, porque indirectamente ayudaban a apuntalar el mensaje que ellos están trasladando al electorado al dibujar a PSOE y PP en el mismo bando. Y no desaprovecharon la oportunidad de usar a Felipe González como ariete contra los socialistas, a quienes consideran «la gran decepción europea» por haberse asociado a las políticas de recortes sociales de la derecha. El coordinador regional de IU, Antonio Maíllo, compareció ayer junto a los tres miembros de su formación en el Gobierno, el vicepresidente Diego Valderas y los consejeros de Vivienda (Elena Cortés) y Turismo (Rafael Rodríguez), más el portavoz del grupo parlamentario, José Antonio Castro. Su intención no era otra que subrayar las palabras de González desde la crítica, y contraponerlas al modelo alternativo que ofrecen ellos. «IU es la coalición con la gente frente a la gran coalición de PP y PSOE que ha construido este modelo europeo, la de la política de recortes, la de Maastricht, la de la reforma del artículo 135 de la Constitución y la del Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y la UE», denunció Maíllo. Para los comunistas, escuchar a alguien como Felipe González defender abiertamente un Gobierno de concentración con la derecha es casi como sacarse una espina, como exorcizar un fantasma del pasado o como repetir eso que tanto repiten: «Nosotros ya lo dijimos» (o Julio Anguita ya lo dijo). Aún les duele el referéndum de 1984, y cómo el expresidente socialista hizo campaña a favor de la permanencia de España en la OTAN, ligándolo a la adhesión a la Comunidad Económica Europea (en la que acabaríamos entrando en el 86). «Hay que reconocer que es una de las veces en las que González ha sido más sincero en toda su vida», ironizó Maíllo, remarcando que «roza lo patético que el presidente con más duración en el Gobierno se esté convirtiendo en el representante comercial de los grandes banqueros de este país». Blindar la democracia. Lo que explicó González el domingo es que en España no hay cultura de grandes alianzas entre socialdemócratas y conservadores, no desde que se asentaron las bases de la democracia y del orden constitucional en la Transición. Sin embargo, ahora han emergido nuevos elementos en la política nacional que pronostican un cambio de registro en el sistema: el órdago independentista catalán, la desafección política que se traduce en el declive del bipartidismo, la puesta en cuestión de la Monarquía y la fragilidad económica del país. Los sondeos coinciden en que ningún partido logrará mayoría absoluta en las generales de 2015. Los grandes partidos, PSOE y PP, perderán apoyos y el arco parlamentario quedará más fragmentado con la entrada de nuevos grupos y el ascenso de los minoritarios, sobre todo IU y UPyD. Este panorama obligará a los grupos mayoritarios a buscar alianzas, y en teoría ya no podrán coaligarse con CiU, como hicieron en el pasado, dada la deriva soberanista de los catalanes. Para evitar una posible situación de ingobernabilidad, que pondría en peligro la salida de la crisis y ofrecería al exterior la imagen de una España inestable (similar a Grecia o Italia), González apuesta por un Gobierno de concentración PSOE-PP, según la fórmula que Alemania ha explotado en el pasado y en el presente. El último Ejecutivo de Angela Merkel surgió de una gran coalición entre la Unión Cristianodemócrata (CDU) que lidera la canciller, la Unisón Socialcristiana bávara (CSU) y el Partido Socialdemócrata (SPD), representado en las europeas por Martin Schulz, candidato socialista a la liderar la Comisión Europea. La tesis de que «PSOE y PP son lo mismo», que explicaría por qué todas las encuestas desde hace dos años hablan de un desgaste progresivo del bipartidismo, se rebelan a diario los socialistas en sus mítines, a sabiendas de que el mensaje les afecta más a ellos que al PP. La presidenta de la Junta, Susana Díaz, admitió ayer en un mitin en Sevilla que el PSOE «tendrá que ponerse de acuerdo en cosas con el PP, como tener una Constitución que blinde derechos», pero vio «muy complicado» alcanzar pactos porque son «muy diferentes». Díaz matizó a González y explicó que al hablar de una «gran coalición» entre PP y PSOE se refería a «poner a España por delante de los intereses de los partidos». «Lo que dijo Felipe es que estemos a la altura, igual que en 1978, de poner a España por delante de los intereses de los partidos para llegar a pactos como con la Constitución, pero no vamos renunciar a ser el partido mayoritario», sentenció.