El escritor Javier Tomeo (Huesca, 1931) recrea un diálogo ambientado en la Antigua Grecia entre un enano adivino y una reina preocupada por su futuro en Pecados griegos (Bruguera). El autor parte de este pretexto para abordar las más diversas cuestiones, entreveradas de mitos clásicos y reflexiones más actuales. "No pretendo reconstruir la vida griega tal como fue", puntualiza el autor. "La novela está llena de anacronismos, porque su valor es de referencia. Lo que digo puede aplicarse a determinados problemas de la vida moderna".
Del mismo modo en que Umberto Eco escribió recientemente su Historia de la fealdad, Javier Tomeo siempre ha recurrido en sus obras a personajes deformes o con marcadas imperfecciones físicas. "En mis novelas abunda la monstruosidad, pero entendida como símbolo. Mis cojos, por ejemplo, no los convierto en protagonistas porque sean cojos, sino porque representan la imposibilidad de llegar a la meta", dice.
En medio de la narración, Tomeo no desaprovecha la oportunidad de criticar cierta escritura críptica muy frecuente en las letras españolas. "Hay mucha pirotecnia, literatura-sonajero, que decía Juan Marsé. El español es un idioma hermosísimo, pero hace que muchos autores no puedan evitar escucharse a sí mismos. En fin, cada cual escribe como dios le da a entender".
Y aunque muchas de sus obras han sido llevadas al teatro, afirma saber distinguir entre géneros. "No tengo vocación de dramaturgo. Mis novelas son cortas, en tiempo real y forma dialogada, y eso facilita un comportamiento anticipado de los actores, pero me considero ante todo novelista", apostilla.
