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"Jesucristo espera que lo reconozcamos en los emigrantes y desplazados"

El Papa Francisco ha publicado el mensaje para la próxima Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado en el que califica de actitud anticristiana la «desconfianza y rechazo» ante los migrantes que pueden darse en «las comunidades eclesiales, antes incluso de conocer las circunstancias de persecución o de miseria de las personas afectadas»

el 25 sep 2014 / 00:00 h.

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Por María José Atienza La jornada vivida en Albania el pasado domingo fu e el eje de la catequesis del Papa. Una visita que, como recordó el Pontífice, «nació del deseo de ir a un país que luego de haber estado por largo tiempo oprimido por un régimen ateo y deshumano, está viviendo una experiencia de pacífica convivencia entre sus diversas componentes religiosas». La Santa Sede hizo público el pasado martes el mensaje para esta jornada que se celebrará el próximo 18 de enero de 2015 en toda la Iglesia bajo el lema Una Iglesia sin fronteras, madre de todos. En este mensaje, el Papa Francisco ha querido poner el acento en la solicitud que la Iglesia ha de tener con «los más pobres y desamparados; entre éstos, están ciertamente los emigrantes y los refugiados, que intentan dejar atrás difíciles condiciones de vida y todo tipo de peligros. Por eso, el lema de la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado de este año es: Una Iglesia sin fronteras, madre de todos». Recordando el mandato evangélico de llevar la Palabra de Dios a todas las naciones el Papa afirma en este mensaje «desde el comienzo, la Iglesia es madre con el corazón abierto al mundo entero, sin fronteras. Este mandato abarca una historia de dos milenios, pero ya desde los primeros siglos el anuncio misionero hizo visible la maternidad universal de la Iglesia (…) La Iglesia sin fronteras, madre de todos, extiende por el mundo la cultura de la acogida y de la solidaridad, según la cual nadie puede ser considerado inútil, fuera de lugar o descartable. Si vive realmente su maternidad, la comunidad cristiana alimenta, orienta e indica el camino, acompaña con paciencia, se hace cercana con la oración y con las obras de misericordia». El rechazo no es cristiano. El pontífice ha aprovechado asimismo este mensaje para lanzar una advertencia sobre la falta de identidad cristiana, que «guarda distancia con el Señor» manifestada en actitudes de rechazo hacia los migrantes. En esta línea Francisco destaca que «no es extraño, sin embargo, que estos movimientos migratorios susciten desconfianza y rechazo, también en las comunidades eclesiales, antes incluso de conocer las circunstancias de persecución o de miseria de las personas afectadas. Esos recelos y prejuicios se oponen al mandamiento bíblico de acoger con respeto y solidaridad al extranjero necesitado. Por una parte, oímos en el sagrario de la conciencia la llamada a tocar la miseria humana y a poner en práctica el mandamiento del amor que Jesús nos dejó cuando se identificó con el extranjero, con quien sufre, con cuantos son víctimas inocentes de la violencia y la explotación. Por otra parte, sin embargo, a causa de la debilidad de nuestra naturaleza, «sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor». «Jesucristo espera siempre que lo reconozcamos en los emigrantes y en los desplazados, en los refugiados y en los exiliados, y asimismo nos llama a compartir nuestros recursos, y en ocasiones a renunciar a nuestro bienestar» afirma el papa Bergoglio quien invita a la Iglesia «a asumir nuevos compromisos de solidaridad, de comunión y de evangelización. Los movimientos migratorios, de hecho, requieren profundizar y reforzar los valores necesarios para garantizar una convivencia armónica entre las personas y las culturas», lo que el Papa llama «cultura del encuentro». Llamada a las instituciones. El mensaje papal contiene asimismo una llamada directa a la responsabilidad de las instituciones para llevar a cabo una regulación efectiva de los movimientos migratorios. En este sentido, el papa Francisco la necesidad de «una acción más eficaz e incisiva, que se sirva de una red universal de colaboración, fundada en la protección de la dignidad y centralidad de la persona humana. De este modo, será más efectiva la lucha contra el tráfico vergonzoso y delictivo de seres humanos, contra la vulneración de los derechos fundamentales, contra cualquier forma de violencia, vejación y esclavitud». Trabajo necesario, recuerda el Papa para «crear las condiciones adecuadas para garantizar una progresiva disminución de las razones que llevan a pueblos enteros a dejar su patria a causa de guerras y carestías, que a menudo se concatenan unas a otras. A la solidaridad con los emigrantes y los refugiados es preciso añadir la voluntad y la creatividad necesarias para desarrollar mundialmente un orden económico-financiero más justo y equitativo, junto con un mayor compromiso por la paz, condición indispensable para un auténtico progreso». La solicitud y preocupación del Papa por las difíciles situaciones en las que se desarrollan gran parte de lo movimientos migratorios es una constante en su pontificado. Así lo demostró en su visita a la región italiana de Lampedusa al inicio de su ministerio papal y en las diferentes cartas y mensajes dirigidos a los responsables de movimientos migratorios, instituciones eclesiales y políticas. Emigrantes que, en sus palabras ocupan  «“un lugar especial en el corazón de la Iglesia, y la ayudáis a tener un corazón más grande para manifestar su maternidad con la entera familia humana».

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