El ciclo estival de los jardines del Alcázar prosigue celebrando los aniversarios de Schumann y Chopin, sumándose a las iniciativas que Maestranza y Cajasol nos brindaron la pasada temporada. Si la noche anterior fue una escisión de la ROSS, el Millenium Arts Ensemble, la que nos acercó a estos autores desde una óptica eminentemente romántica, la del miércoles corrió a cargo de artistas más impensables para este repertorio.
El violinista Jorge Jiménez y la clavecinista y organista Silvia Márquez han coincidido puntualmente en diversos conjuntos y formaciones, pero comprobar su compenetración y capacidad de diálogo como dúo es una oportunidad que no recordamos haber disfrutado con anterioridad. Su relación con nuestra Barroca quedó corroborada con la colaboración de Guillermo Peñalver pasando las hojas de la partitura pianística.
En su interpretación del compositor alemán dominó el clasicismo, sorprendiendo la calidez y emotividad desprendida por la clavecinista, en esta ocasión no ya en un pianoforte sino directamente al piano, muy en estilo aunque contagiada a menudo del toque nervioso y seco más propio del siglo XVIII.
Más rigurosa resultó la técnica utilizada por Jiménez, sin apenas filados ni arpegios, austero y aristado, una forma muy acertada de abordar las dos magistrales sonatas que Schumann engendró en el tormentoso tramo final de su vida. Una de las tres romanzas que por falta de tiempo se cayeron del programa sirvió para potenciar como propina el carácter melancólico y profundamente delicado de la velada.
