-Ha afirmado usted en repetidas ocasiones que "la música, sin sentimiento, no sirve de nada"...
-Por supuesto. No vale para nada. Si no hay emoción sólo queda la intelectualidad, pero esta, por sí misma, si no va acompañada de sentimiento, no será suficiente.
-Usted es embajador de la UNESCO por la paz. ¿Cree de verdad que la música puede tener un valor práctico?
-Claro que lo creo. La música es el único nexo común que nos queda entre Oriente y Occidente. Le pondré otro ejemplo, cuando para los judíos, durante la II Guerra Mundial, no había esperanza, ellos tenían su música, la que les salvaba espiritualmente de Auschwitz.
-¿Por eso se acerca usted con tanto respeto e interés a músicas de raíz, que en principio, podría considerar lejanas?
-Yo toco con la misma devoción Bach que una melodía celta. Pongamos por caso El arte de la fuga, ésta es la suma matemática de la belleza. Mientras, la música que toco en mi trabajo Jerusalem podría considerarse la suma de la vivencia de un pueblo. Y esto me resulta igualmente hermoso. Sin la música, estaríamos perdidos, la vida sería insoportable. Este arte da armonía, paz, emoción, felicidad. Incluso trae consigo una cierta idea de lo divino.
-Ha tocado y defendido composiciones de muchos siglos y procedencias, sin embargo no se le conocen excursiones a la contemporaneidad...
-En primer lugar porque no puedo tocarlo todo, creo que ya abordo demasiado... fíjese en mi repertorio. Luego está el hecho de que yo únicamente puedo interpretar la música que me parece más bella y, por otra parte, toda música es contemporánea. Me considero un artista de esta época. Dicho lo cual, le diré que este año lanzaremos un álbum con la obra Da Pacem Domine, que nos compuso el compositor estonio actual Arvo Pärt.
-Alguien le dice: "En mi vida oí una viola da gamba. ¿Qué debo escuchar?"
-Cualquier obra de Marin Marais, nadie profundizó tanto en el instrumento.
