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José Tomás hace historia en el Coliseo de Nimes

Salió a hombros después de haber cortado once orejas y un rabo y de haber indultado un toro 

el 16 sep 2012 / 17:04 h.

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Tomás convirtió su encerrona nimeña en una antología de sí mismo, un retablo de su historia torera que hizo enloquecer al público que abarrotó el coliseo nimeño en una mañana para el recuerdo que ya forma parte de la mejor historia del toreo. Contó a favor con un cuidado y bien seleccionado elenco ganadero -sólo falló por completo el sexto ejemplar- que sirvió al madrileño para elevar su papel y volver a convertirse -con sólo tres funciones toreadas en la temporada 2012- en el centro de atención indiscutible del planeta de los toros.

El genio de Galapagar supo administrar sabiamente las condiciones y cualidades de cada uno de los toros que fueron saliendo por la puerta de chiqueros marcando un altísimo nivel desde el primer capotazo. Hubo templanza y suavidad con el toro de Victoriano del Río que abrió plaza y  a partir de ahí una apoteosis creciente que también tuvo que salvar las dificultades que le planteó el correoso jandilla que saltó en segundo lugar. No importó, cayeron otras dos orejas y se mostró en absoluta plenitud con el tercero, un toro de El Pilar algo falto de clase pero que tuvo mucho que torear y exponer.


Pero la cumbre indiscutible de la mágica mañana nimeña iba a suceder a la salida del cuarto, un gran ejemplar de Parladé al que Tomás acarició en una faena de seda que acabó trocándose en indulto. Antes había regalado un recital de toreo de capote a la verónica y en los quites de ida y vuelta, sorprendiendo a la parroquia con unos originales lances a capote plegado, como una muleta sin palillo. Con la roja en la mano, prescindiendo del estoque de ayuda, formó un auténtico gazpacho que alternó el toreo desnudo y natural sobre ambos lados -la planta siempre erguida- en el mismísimo centro del platillo del ruedo ovalado del antiquísimo anfiteatro romano. El público, definitivamente entregado, pidió y obtuvo el indulto de Ingrato, ese gran toro de Parladé al que cupo el honor de entrar en la historia de la mano de un torero fuera de toda norma. José Tomás acababa de convertirse en el torero del año, de muchos años.

Pero aún quedaban dos reses en los chiqueros. Era difícil seguir escalando cumbres después de lo vivido pero el madriñeño lo consiguió. El quinto fue de Garcigrande, un ejemplar sin fondo con el que abrevió con acierto cortando dos nuevas orejas que se sumaban a una fiesta global que a esas alturas había emborrachado a un público entregado. El sexto, de Toros de Cortés, fue el garbanzo negro pero Tomás aún le arrancó un postrer trofeo a base de entrega antes de marcharse a hombros por la Puerta de los Cónsules y camino de la gloria.

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