Economía

Jóvenes necesitados

Expertos nacionales internacionales abordan en Sevilla el elevado paro juvenil y abogan por una mayor vinculación del sistema educativo y las empresas y mejorar los servicios de intermediación.

el 04 jun 2014 / 23:46 h.

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«El peor escenario posible sería que, dentro de dos, tres años, cuando la recuperación económica se asiente, esa generación de ninis andaluces –¿o generaciones?– continúe sin poder incorporarse al mercado de trabajo». Rafael Rofman, especialista en Protección Social del Banco Mundial, avisa: tal riesgo no sólo existe sino que es importante. Ponentes de las jornadas organizadas ayer por Meridianos en Sevilla para abordar el elevado paro juvenil que padece Andalucía. / EL CORREO Ponentes de las jornadas organizadas ayer por Meridianos en Sevilla para abordar el elevado paro juvenil que padece Andalucía. / EL CORREO Escandalizado él y escandalizado hasta el Papa por el elevadísimo nivel de paro juvenil en Andalucía, Rofman participó ayer en Sevilla en unas jornadas que, organizadas por Meridianos –entidad sin ánimo de lucro formada por profesionales de la psicología, la pedagogía y la educación social–, trajeron a una docena de ponentes nacionales e internacionales para abordar el problema y cómo atajarlo. ¿Cómo? «Por desgracia, no surgen soluciones mágicas, sino un compendio en distintos frentes. Se suele plantear la cuestión en general: el paro juvenil. Pero distintos son los perfiles de los jóvenes parados y requieren, pues, soluciones distintas». José Joya, director de Proyectos Internacionales de Meridianos, hace hincapié en la mejora «de los servicios laborales de intermediación, sean públicos o privados» para casar la oferta de empleo y la demanda. En tal refuerzo –agrega– deberían participar los profesionales de la juventud, que son quienes mejor la conocen, y los propios empleadores, precisamente quienes concretan qué plantillas necesitan y para qué. Joya aconseja no concebir formación de corto recorrido pensando en subvenciones, sino un itinerario ideado para el medio y largo plazo y edificado sobre esta pregunta: ¿Qué es lo que verdaderamente está requiriendo el mercado laboral? Si se intermediara más y mejor, hasta 40.000 jóvenes encontrarían empleo. Planteemos a unos cuantos de los ponentes la siguiente cuestión. Imaginemos un chaval de 25 años que ha estado dos años en una escuela taller de soldadura, con la correspondiente ayuda pública, y una vez obtenido el título ni huele el trabajo. «¿En su zona había empresas que justificaran esa escuela taller y con un nivel equis de alumnos?», interroga Joya, al igual que aquel experto del Banco Mundial. Rofman mete aún más el dedo en la llaga: ¿Es un problema tan sólo de demanda o también de oferta? «Porque quizás se necesiten más empleadores». Un apuntar a los emprendedores. En cualquier caso, insiste en la necesidad de una formación específica acorde con los distintos perfiles de jóvenes, de ninis. Las necesidades de un chaval sin cualificación en riesgo de exclusión social «lógicamente no son las mismas» que el universitario con un máster de posgrado. Dos temas surgen de este comentario. El primero, la exclusión social, y para abordarlo contamos con Antonio Fernández, quien representa a las empresas de inserción laboral, unas 35 en Andalucía, y dos centenares en el conjunto de España. Deja un poco de lado el discurso teórico para centrarse en lo práctico, sí, las prácticas, la formación y la experiencia laboral a la vez, que es la esencia de estas empresas nacidas por iniciativa de entidades sin ánimo de lucro. Es bajar al terreno, diríamos, de la pobreza para sacar a sus jóvenes de ella. ¿Y en qué se forman y para qué trabajan? De 36 actividades económicas habla su experiencia, desde la hostelería y la limpieza «hasta los nuevos yacimientos de empleo», resume Fernández. El segundo de los temas citados: la universidad y el sempiterno debate de si ha estado al margen del mercado laboral. Francisco Santolaya, profesor de Psicología en la Hispalense, se hace eco: sí, empresas y educación han ido cada uno por su lado, sobre todo en investigación, y eso al final ha tenido su negativo impacto sobre el mercado de trabajo. Es más, aboga, como eL resto de ponentes, por que el sistema educativo refuerce las competencias del alumnado para adaptarse a qué, a las empresas. Duro admitirlo, pero es así. Santolaya acuña, asimismo, la expresión «democracia laboral» para reclamar la participación de la sociedad civil en la concepción de los itinerarios formativos, al tiempo que insta a una «mayor y mejor» coordinación entre instituciones y compañías para que sea lo más corta posible la transición entre estudio y trabajo. Prácticas, sí, dentro del curriculum académico, pero también alimentarlo de experiencias –por ejemplo, Erasmus– e interiorizar el service learning, esto es, servicios sociales a la comunidad. Seis de cada diez veinteañeros andaluces están en paro. Casi nada...

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