"La poesía es una de las playas vírgenes que aún quedan en la civilización actual"; "la novela es mentira y la poesía, verdad; por eso hoy se venden tantas novelas"; "la poesía debe tener dos ingredientes: el goce estético y la crítica social".
Con estos fundamentos por bandera compareció ayer tarde en el Real Alcázar el escritor, compositor y profesor gaditano Juan Carlos Aragón, muy conocido entre la legión de aficionados a los Carnavales por ser el letrista de conocidas comparsas. Aragón no venía, con todo, a adelantarnos la fiesta, sino a bautizarse poéticamente en Sevilla como ya lo ha hecho en Cádiz.
La risa que me esconde es el título de su primer poemario, publicado por La Isla de Siltolá, cuyo editor, Javier Sánchez Meléndez, le arropó en el acto, al igual que el director de El Correo de Andalucía, Antonio Hernández-Rodicio, quien introdujo ante el respetable a Aragón.
"Juan Carlos es licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla y compagina la docencia con la producción literaria y musical. Además, les diré que se identifica con la rebeldía de Rimbaud...".
"Si a los autores se les conoce por su obra, Juan Carlos es transparente en su vida y en su poemario, en el que se encuentra su inconformismo latente, sus compromisos con ideales como la justicia social, un acerado espíritu crítico con el poder y el amor en todas sus vertientes: el apasionado, el frustrado, el desamor y el nuevo amor", apostilló Hernández-Rodicio.
En su turno, el poeta dijo que su obra era "como una de mis comparsas": afiladas y ácidas. "Tengo la conciencia repleta de compromiso", refrendó, al tiempo que se declaró admirador del referido Rimbaud, pero también de Góngora, de Carlos Edmundo de Ory y de Rubén Darío, cuatro buenas referencias poéticas que inspiran y alumbran el camino por el que Juan Carlos Aragón empieza a transitar en la literatura.