Casa museo del poeta Juan Ramón Jiménez en Moguer (Huelva). / Muguruza Juan Ramón Jiménez pasó a la Historia por muchas razones. Una de ellas, ser quizá el poeta español más entrevistado de su tiempo. Ahora, coincidiendo con el centenario de la publicación de su obra más emblemática, Platero y yo, la Fundación Lara en colaboración con el Centro de Estudios Andaluces acaba de reunir en un solo volumen titulado Por obra del instante 88 entrevistas, encuestas y cuestionarios que el Nobel de Moguer respondió entre 1901 y 1958. Un conjunto que, en opinión de Carmen Hernández Pinzón, sobrina nieta del poeta y representante de sus herederos, "refleja sus ideas mejor que cualquier otro de sus libros". Soledad González Ródenas, estudiosa y encargada de esta edición, cree que esta colección de entrevistas, como indica el título, "nos da un Juan Ramón en directo, vivo, que opina en el instante en que los hechos están sucediendo. Si habla de Lorca, de la Guerra Civil o del Nobel, es porque están en el centro de lo que ocurre en ese momento. Estos textos nos dan una visión poliédrica y sucesiva de él. Todo, sus altibajos, su buen y su mal genio, su pensamiento, están plasmados ahí". Por otro lado, la profesora define al autor de Diario de un poeta recién casado como "el entrevistado ideal, el que todo periodista busca, porque siempre mira a los ojos y nunca tira la piedra y esconde la mano". Una franqueza que tuvo su precio. "A mucha gente su sinceridad a veces descarnada no le gustó. Pero si ofendió a alguien no fue jamás con insultos, calumnias o desacreditaciones personales, sino con la verdad, que es lo que más ofende". En efecto, en estas entrevistas algunas de ellas realizadas por personalidades tan notables como Rafael Cansinos Assens, Ramón Gómez de la Serna, Ramón Gaya, Ernesto Giménez Caballero, Rafael Alberti, Carmen Conde o José Lezama Lima el moguereño nunca repara en las posibles consecuencias de sus manifestaciones. Si siente que tiene que cuestionar el modo en que la política "contamina" la poesía de Pablo Neruda, o la monotonía de la prosa de Gabriel Miró, lo hace sin contemplaciones, y sin escatimar tampoco en valoraciones positivas. "Si solo dijera cosas buenas, no sería Juan Ramón", subraya González Ródenas. "Necesitaba decir lo que piensa". Esta necesidad le llevaba a exigir rectificaciones en el caso de que sus respuestas no aparecieran reflejadas en prensa exactamente como las había formulado, y cuando le hacían oídos sordos, no paraba hasta que publicaba su artículo completo. Sus archivos revelan incluso sus raptos de ira, en los que anotaba en los márgenes expresiones como "burro" o "mujer idiota" si, por ejemplo, alguien confundía en una transcripción a Petrarca con Plutarco. Otras veces, muy pocas, se negará a contestar, como cuando, al poco de quedarse viudo, cierto entrevistador le pregunta cuál es su comida preferida "Juan Ramón es consciente de que es más conocido por sus entrevistas que por su poesía", comenta la cuidadora de Por obra del instante. "Recibió además a todo tipo de periodistas, desde los más reputados a cualquier estudiante, como una jovencita argentina que lo entrevistó para una revista escolar. Acabaron discutiendo sobre si León Felipe era un poeta social o no Juan Ramón acabó pidiéndole perdón a la chica, que le reprochó que las entradas a sus recitales eran carísimas, cosa que él ignoraba". Para Carmen Hernández Pinzón, Juan Ramón es demasiado rico como para quedarse en la anécdota y cree que junto a otros libros que verán la luz este año con motivo del centenario de Platero, como Vida o el poemario inédito Monumento de amor, dedicado a su esposa Zenobia Camprubí, estas entrevistas son idóneas para completar el retrato de un poeta que, como dijo Lezama, fue un ser nacido para ser querido.