En la Biblia el Libro de los Jueces habla de personas providenciales, como Gedeón, que salvaban la religión en momentos difíciles, iguales a los que han obligado a admitir a niños en un colegio concertado donde no hay plazas; después de que varios obispos denunciaran la persecución de la Iglesia en España llega esta sentencia liberadora señalando que a los colegios e institutos se va, fundamentalmente, para formarse religiosamente. ¿O no? Ningún juez daría la razón a unos padres si hubieran argumentado que querían para sus hijos determinado centro, dado que allí era donde mejor podían formarse en matemáticas o lenguas extranjeras. Así que, a pesar del estado aconfesional, la asignatura de religión ha sido colocada en la cúspide de la enseñanza.
Y también de la perplejidad porque, aunque en todos los centros públicos de enseñanza haya profesores de religión nombrados por la jerarquía, la sentencia establece un agravio comparativo con ellos reconociéndoles una capacitación inferior a éstos de los colegios de religiosos. ¿La recurrirá el Cardenal?, ¿denunciará la Consejería la incompetencia de los otros profesores? No, porque se trata de una película: todos sabemos -desde el prelado para abajo- que la elección de un colegio por la calidad de su formación religiosa forma parte del paripé; es tan falsa como la persecución de la iglesia. Los jueces tampoco son Gedeón.
Antonio Zoido es escritor e historiador