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Jueves, 05:09

Es la hora del otoño. Tres minutos menos de luz al día. Un mundo de cosas que hacer y disfrutar en Sevilla.

el 20 sep 2010 / 20:56 h.

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Qué alegría se van a llevar los tristes este jueves: a las cinco y nueve minutos de la madrugada entra el otoño. Si el verano se lo permite, claro, porque el año pasado hubo una ola de calor despiadado que no se fue hasta deshidratar como a un vampiro al último de los crisantemos del Día de Todos los Santos, que ya es pasarse de largo. Como aquí, en Sevilla, el único cambio climático que cabe esperar es que haga más frío, consuela pensar que tal vez este año, como consecuencia de ese fenómeno global, sí llegue el otoño diciendo aquí estoy yo, en vez de carraspeando y subiéndose las gafas como suele hacer. Pero aunque no sea así en asuntos térmicos, sí lo será en los lumínicos: tres minutos menos de sol cada día, un día detrás de otro, irán poco a poco configurando la atmósfera de la capital hasta insuflarle ese aire decimonónico que se espera de ella, generalmente en vano.

Quien piense que no se puede hacer nada serio en una ciudad que cada veinticuatro horas pierde un minuto de sol por las mañanas y otros dos por las tardes es que carece por completo de espíritu humanista o bien que la torrefacción veraniega le ha afectado el hipotálamo. Asuntos de la mente, del cuerpo y del corazón necesitan ser urgentemente atendidos en esta fecha, como por ejemplo leer. En el Parque de María Luisa puede hacerlo gratis, si se acerca a la caseta de los guardas (Glorieta de Luca de Tena, justo delante de la Plaza de España). Tienen un montón de libros, y entre ellos una colección propia con títulos tan sugerentes como Algunos cuentos más o menos inverosímiles, de Pérez Galdós, y Tres leyendas tenebrosas y una humorada, de Bécquer (por cierto, hablando de Bécquer: no diga que no sería otoñal acercarse una tarde a ver su sepulcro en el también gratuito Panteón de Sevillanos Ilustres, bajo la Facultad de Bellas Artes).

Si, harta su alma del tono amarillo requemado que todo lo tizna en verano, le pide un aliño cromático en condiciones, llévesela a dos sitios: por la mañana temprano, a San Lorenzo y alrededores, para ver recogerse a los fantasmas de Sevilla; por la tarde, antes del crepúsculo, al Arenal, donde descubrirá el brillo del aire y podrá admirar una gama tal de turquesas, malvas y naranjas que le parecerá haber estado recluido hasta ese momento en un capítulo de Crónicas de un pueblo.

Suba a la Giralda, que también es gratis para los sevillanos, lea las inscripciones en ella dejadas a lo largo de los siglos por los enamorados, sobre todo, y decídase usted también a expresar sus emociones para cuatro días que va uno a vivir: corra al número 4 de la calle Feria (por el lado de Regina, no por el de Resolana) y cómprese uno de esos preciosos cuadernillos baratos de estraza concebidos como diarios: los hay para locos, para indecentes, para todo tipo de públicos. Quien no se anime a escribir en un cuaderno así, no lo hará en ninguna otra parte. Y como su ánimo quedará, después de esto, locamente enamorado del otoño, recompense ese sentimiento regalándose un abono del Lope de Vega. Podrá ver seis obras de su elección y se ahorrará un 20% (en menos de un mes llega Cinco horas con Mario dirigida por Josefina Molina). Nadie le reprochará, después de tan refinada elección, que se caliente el esófago con dos euros de castañas en uno de los puestecillos del centro de Sevilla. No olvide asomarse a una puesta de sol en Torneo y recuerde que la Sevilla de los parques y los bancos es, toda ella, del otoño. El jueves lo entenderá.

De utilidad

El otoño, al menos el teórico, va a durar 89 días y 20 horas, según informa el Instituto Geográfico Nacional. Cielos nublados, puede que algo de agua y temperaturas máximas de 30 grados saludarán a la estación durante sus primeros días, si Aemet está en lo cierto. Pero la principal y más llamativa recepción al otoño se la va a dar la luna llena, por si hubiera algún poeta en la sala. Sin embargo, la percepción definitiva no llegará hasta el domingo 31 de octubre, que será cuando cambie la hora. A las 3 serán las 2.

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