El giro es radical: la calle General Merry es, desde el viernes, la calle Pilar Bardem. En medio, el largo trecho que va de un general franquista a una actriz comunista confesa. En medio, unos vecinos, los del Tiro de Línea, divididos entre la sorpresa, el aplauso y la indignación.
El rótulo de General Merry sigue dominando las esquinas, pero ya es pasado. Ahora será un nombre de mujer el que se cruce con esas otras realidades de esta Sevilla heterogénea y plural. Será la actriz Pilar Bardem, roja de estirpe tirititera -la definición, orgullosa, es de su hijo Javier al recoger el Oscar- la que luzca en azulejos sevillanos. Le tocarán por vecinos un cardenal, Bueno Monreal (que ejerció durante el franquismo pero guarda fama de comprometido con los problemas sociales de la ciudad), un militar; el almirante Topete (héroe de la revolución gloriosa de Prim y Serrano contra Isabel II en 1868); un político, Martínez Barrio (último presidente de la II República) y hasta una virgen, la de la Paz. Una manzana hecha de ideología, fe, devoción y arte.
Semejante revuelo en el callejero, fruto de la aplicación de la Ley de Memoria Histórica, que insta a los ayuntamientos a retirar del nomenclátor toda referencia al régimen franquista, se ha trasladado también a los residentes de la vía. El tema sale y los corrillos crecen, pasando de los murmullos a la frase firme, hasta con alguna palabra gruesa de por medio, como si todavía escociera alguna herida pasada. Es lo que sucede entre Adelaida Galdón y Santiago Reyes. Funcionaria de 32 años ella, jubilado de 73 él. "Me parece excelente que retiren nombres ofensivos para la libertad de los españoles. Si tengo que aprenderlos, que sea en los libros de historia, pero que no me obliguen a verlos cada día en mi DNI. Una actriz es mucho más digno", dice Adelaida. Su vecino Santiago se acerca con su perra Suri y se cuela en la conversación. "¿Pero qué más dará? Es un general y eso es parte de la historia de España. Quitarlo es renunciar a la historia. Es una ofensa. Y encima, por lo que lo cambian... ¿Qué ha hecho esa señora por Sevilla, eh? Es una comunista a la que el Ayuntamiento le paga favores", manotea entre gritos.
Al debate se suma María José Hernández, que casi embiste con su paraguas de puro enfado. "Bien, Merry no debe estar por ley. Vale. Pero que me expliquen si no hay poetas y novelistas de aquí que merezcan más esta calle", afirma, descubriendo su labor de profesora de Literatura. Su amiga, Pilar Alonso, es de las que prefieren dejarlo estar. "¡Qué jaleo! Ahora, a cambiarlo todo por un capricho de los políticos. Si la gente no sabe quién es ese hombre, si lo mismo da que sea de Franco como de Carrillo", apunta. Entre los que no quieren cambios de ningún tipo está Carlos Castro, responsable de una oficina de seguros de la calle. Dice que le preocupa que se pierdan papeles con el cambio de rotulación, aunque sabe que el Consistorio les dará una ayuda para modificar sus datos fiscales o sus anuncios y etiquetados. "España ya está en otra fase y estas cosas no hacen más que enredar", abunda. Su esposa, Rosa Navarro, lo mira poco convencida. "Yo prefiero que mi hijo pase por esta calle camino del colegio y no lea el nombre de una mala persona, sino de una mujer que divierte o emociona con su arte". La pareja prosigue su camino callada, cada cual rumiando la versión del contrario.
Más allá del debate, la calle sigue con su sábado de paseos, su tráfico ruidoso, sus árboles al viento, con su rótulo de ecos dictatoriales al que le queda un suspiro. Una ley y una artista le han ganado la batalla.