La afición sevillista fue ayer protagonista absoluta del encuentro ante el Real Madrid. Lo fue porque creó un ambiente espectacular en el inicio del encuentro, porque brindó un recibimiento a Juande Ramos singular, aunque algo frío incluso, y finalmente porque se pronunció sobre Manolo Jiménez.
A la afición sevillista no le gustó como se marchó el ahora entrenador del Real Madrid, pero disfrutó como nunca había hecho -y ya se verá si lo volverá a hacer- mientras estaba en el banquillo nervionense. En la balanza, los cinco títulos deben pesar menos que el daño y el dolor que deja alguien cuando se marcha sin decir adiós, y sí, por más dinero. El daño al final queda más marcado que las alegrías, o eso parece.
La afición sevillista está irascible. Siempre ha sido exigente, acertadamente exigente, pero la tensión se respira en el Sánchez Pizjuán como nunca. Ayer hubo un conato de pelea en la preferencia del estadio. Mientras, miles de aficionados en fondo entonaban un cántico ya conocido pero nuevo a la vez: "Jiménez, vete ya".
La respuesta del gol norte fue inmediata y recriminatoria. Como bien dijo Juande, el público paga y su postura hay que respetarla. Y es una evidencia que en estos momentos hay un motivo de discordia en el seno del sevillismo con nombre y apellidos, Manolo Jiménez. Debe tenerlo en cuenta el consejo de administración del club. Como también deberá valorar la clasificación final del equipo y si finalmente hay la Liga de Campeones.
Porque la afición sevillista también tuvo poca paciencia con Juande Ramos, que recibió su cuota de cánticos pidiendo su cese, y finalmente resultó ser el mejor entrenador de la historia de Sevilla. Por eso la opinión de la afición hay que respetarla, pero las decisiones hay que tomarlas en frío, alejado del asiento de abonado, y teniendo en cuenta que en la balanza, al final, cuentan más los números, para bien o para mal, que las sensaciones.