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La arrogancia puede ser virtud

El presidente del Sevilla FC, que se define a si mismo como una persona prepotente y ambiciosa, ha convertido el club en uno de los más fuertes de España.

el 25 sep 2009 / 11:23 h.

Cuentan las lenguas antiguas que en Nervión hubo una vez un hombre tan orgulloso de haberse conocido que una Navidad le tocó el Gordo y aseguró que no necesitaba ese dinero para celebrar las fiestas. José María del Nido Benavente nació para ser presidente del Sevilla, y eso lo sabía hasta el Papa, que en el particular ranking del dirigente futbolístico es el único ser sobre la Tierra que le gana en importancia. Así es el hombre que tiene tantos títulos como hijos, el hombre que llegó a un club abatido por las deudas y a los millones los llamó "calderilla", el hombre que convirtió a Joan Laporta en Juan Lapuerta y el hombre que dijo al Arsenal y al Barcelona -total, unos don nadie- que por tropecientos millones de euros sólo les vendía las botas de Reyes y Alves. Huelga decir que la modestia no es precisamente su virtud favorita. Del Nido es prepotente, ambicioso y osado, y no fue difícil hallar estos adjetivos porque los eligió él para definirse y porque esa misma filosofía transformó un club hundido, timorato y endeble en un club poderoso, arrogante y casi invencible. Se creía el mejor presidente del mundo, así que necesitaba crear el mejor equipo del mundo. Y he ahí su mérito, porque lo logró durante dos años irrepetibles. A este hombre grandilocuente, sentencioso y voraz sólo se le recuerdan dos episodios de debilidad, ambos en agosto. En 1995, cuando el Sevilla estuvo unos días en Segunda B por culpa de sus deudas. "Estoy hecho un flan", confesó el entonces vicepresidente. El otro, hace un año, cuando Antonio Puerta se desplomó sobre el césped de Nervión y a Del Nido, de alguna manera, se le marchó el sexto de sus hijos. Ante estos y otros trances, el jefe sevillista se acordó de su himno y reaccionó con casta y coraje. Para él, un líder no sólo debe ser seguro, también debe parecerlo. Por eso se quitó de en medio después de evitar aquel descenso al infierno y reapareció a los dos años para eliminar de la directiva cualquier rastro de José María González de Caldas y Francisco Escobar. Eran los principales accionistas, pero también dos obstáculos entre él y la presidencia, su sueño desde que su padre era directivo con José Ramón Cisneros Palacios, y en su filosofía casi nunca ha cabido la clemencia. Sergio Ramos, ya perdonado, puede considerarse una afortunada excepción. Del Nido también nació para ser abogado, aunque no se dio cuenta hasta que empezó a estudiar Medicina. A los pocos meses cambió el bisturí por las leyes y el año de Naranjito se licenció en la Complutense como número uno de su promoción, por supuesto. Repasar su carrera como letrado haría de este perfil un tostón, así que baste decir que ha ganado muchos casos, aunque también defendió a Jesús Gil y Julián Muñoz y eso le valió una querella de Anticorrupción por facturar al Ayuntamiento de Marbella unas cantidades que el fiscal consideró exageradas. Él diría que sólo eran calderilla, pero han acabado mandándolo a la cárcel. Podrían contarse mil cosas más de José María del Nido, que para eso es la segunda figura más relevante de la Humanidad. Le gusta el cine, colecciona los álbumes de cromos de toda la vida, tiene más de ochenta corbatas con algo rojo, undía encarnó al Rey Baltasar en la Cabalgata y otro se comparó con Martin Luther King, gana a su ex enemigo Manuel Ruiz de Lopera en entradas en internet, compró un reloj en San Petersburgo y no se lo quitó hasta que ganó una Copa de la UEFA, ha inspirado una biografía y aún espera que le escriban "dos o tres más"...Y también es una persona afortunada. Porque le tocó el Gordo, claro, y porque su portero marcó un gol milagroso en un descuento en Ucrania. Tiene suerte hasta cuando no la tiene, porque en su primer agosto negro debía haber estado en el Disney world de Florida y no en el Eurodisney de París, pero una ola de calor en EEUU desaconsejó el largo viaje transoceánico y por eso pudo regresar a Sevilla en apenas horas para reconducir el destino de su club. Así es el presidente del Sevilla, amigo de sus amigos y enemigo de sus enemigos. Odió la mediocridad y el "otro año igual", consiguió sustituir ambos por cinco títulos y ahora sólo le queda un sueño: la Liga. Lo escribió en una servilleta cuando fue elegido presidente. Seguramente fue el día en que más orgulloso se sintió de haberse conocido.

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