Hasta la aparición del modernismo, entre el XIX y el XX, los límites del arte eran estrechos: dibujo, pintura, escultura, arquitectura? A partir de entonces los conceptos estéticos se expandieron y pudieron ser artísticas otras cosas como el pomo de una puerta, un pasamanos o los rótulos: nacía lo que hoy conocemos como diseño gráfico y publicidad.
Si la noción de arte cambió, la percepción social de eso no siempre fue pareja; hubo lugares donde unas élites realizaron obras muy buenas que, sin embargo, no fueron consideradas "importantes" por la ciudadanía y no hubo por tanto preocupación por conservarlas.
A ningún parisino le parecería bien que quitaran los rótulos de su metro pero en Sevilla nadie protestó por el mal estado del mural de Cafés Saimaza, en Goyeneta, y nadie ha aplaudido su restauración; posiblemente fueron pocos quienes se apercibieron de lo uno y de lo otro y con la Casa Singer pasó otro tanto.
El rótulo del Bar Laredo será sólo una anécdota si no sirve para empezar a proteger otras obras, a veces mínimas, como el nombre de la calle Rosario, esquina a Tetuán o los azulejos de la semillería de la Alfalfa, y para despertar la percepción de que también lo pequeño y lo comercial puede ser hermoso. Por cierto, ¿tiene protección la vieja publicidad de vinos y licores de la Venta de Antequera o la del mostrador del Bar El Comercio en la calle Lagar?
Antonio Zoido es escritor e historiador.