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La Borriquita hace su Sagrada Entrada en El Salvador

La última en despedirse. El Señor de la Sagrada Entrada -la entrañable Borriquita- abandonó su exilio en la Anunciación escoltado por un reguero de 300 niños que, con cirios blancos, fueron marcando el camino a casa: El Salvador. La alegría de los pequeños regaló estampas de Domingo de Ramos.

el 15 sep 2009 / 00:50 h.

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La última en despedirse. El Señor de la Sagrada Entrada -la entrañable Borriquita- abandonó ayer su exilio en la Anunciación escoltado por un reguero de 300 niños que, con cirios blancos, fueron marcando el camino a casa: El Salvador. La alegría de los pequeños regaló estampas de Domingo de Ramos.

El contrapunto de la seriedad y sobriedad vividas en el traslado de la Hermandad del Amor lo marcaron -como cada Domingo de Ramos- los niños en el cortejo de la Borriquita. Las madres y abuelas no querían perderse detalle al lado de sus hijos después de cinco años de exilio. La alegría e inocencia de unos 300 pequeños contagiaban a la muchedumbre que aguardaba la salida.

En el altar, el Señor sobre los tradicionales claveles rosas se encontraba postrado en las mismas andas con las que Pasión emprendía el camino de vuelta a la Colegial de El Salvador el pasado 16 de febrero. En cada esquina cuatro tulipas prestadas por el Valle. En la nave central del templo de la Anunciación, los niños nerviosos recogían los cirios blancos inmaculados para el traslado, los mismos que harán la estación con la que se abrirá la Carrera Oficial.

En la calle, mientras, dos niños se terminaban sendos helados subidos en las hornacinas de la puerta de la Anunciación. El lábaro de San Juan abrió finalmente la comitiva a las 20.00 horas seguido por los infantes y el cuerpo de costaleros que portaban la imagen anónima atribuida a Roldán. La compustora de era el reto para los más inquietos. "La verdad que el antifaz y el capirote hay que decir que por lo menos los mantienen más relajados", reía la madre de unos de los pequeños.

Las primeras filas de la calle Cuna están escoltadas por centenares de pequeños cofrades. Algunas manos sujetan bolas ávidas de las primeras gotas de cera. La Plaza de El Salvador es un patio de colegio donde se escuchan las primeras carreras en la tradicional rampa de acceso al templo. "¡Mira, Jesús está subiendo sólo con en el borrico la cuesta!", le dice Javier de 7 años con la medalla al cuello en brazos de su madre.

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