El grifo no da agua ni para beber ni para cocinar desde hace cuatro días, pero en Castilblanco de los Arroyos eso nunca fue una tragedia. Llevan así 20 años en los que, según constatan sus propios vecinos, el agua, procedente del pantano de Los Molinos, sale turbia y, en ocasiones, "aceitosa". Casi el 90% de su población deja bien cerrado el grifo y se decanta por comprar agua embotellada o, directamente, llenar su garrafa de cinco litros en las pilas del pueblo que, aunque lucen el cartel de no potable, de ellas brota agua cristalina.
"Llevo bebiendo de aquí hace 80 años y mire como estoy", explica Antonio, un vecino de Pilar Viejo, mientras señala una pila inaugurada por el que fuera alcalde José Escribano en 1906. No es el único que se arrima a esta pila, aunque la mayoría son mayores, arraigados a la tradición y la costumbre del agua llegada directamente de la naturaleza de la Sierra Norte. Los jóvenes -y los no tanto- eligen la botella.
Fueron ellos, y a cuentagotas, los que se acercaron al polideportivo municipal, lugar donde comenzaba el reparto de 5.000 litros de agua embotellada que el Consistorio, de la mano de Aljarafesa y Emasesa, ponía a disposición de toda la población. No había ni histeria ni empujones para pedir los nueve litros que correspondían por familia. Todo lo contrario. Ni siquiera hizo falta formar una cola y eso que la mayoría de los vecinos sabían del reparto por la Policía, que lo anunció con un megáfono por las calles. Ese mensaje llegó a todos menos a los residentes de la urbanización Sierra Norte, que criticaban "la desinformación" sufrida, según su portavoz, María Teresa López.Antes de esta primera tarea, el jefe de coordinación de Protección Civil de Castilblanco, Alfredo Martínez, informó de que habían repartido las botellas en colegios, institutos y guarderías para que "los niños, que son una prioridad, tuvieran agua". Lo comentaba mientras Lucía Álvarez cogía su pack de botellas de litro y medio de Aljarafesa -el domingo fueron de Emasesa-, algo que "aunque veía positivo", le resultaba algo insuficiente. "Somos cuatro en casa y esto es para beber y cocinar", se sincera, mientras a su lado su amiga Ana María lo tiene peor: tiene la misma cantidad -nueve litros-, pero son ocho en casa. La distribución del agua finalizó sobre las 14.00 horas en la plaza Amarilla y tras otros 20 minutos de reparto. Allí los vecinos también llegaban sin prisas y sin aglomeraciones. Tanto que no se agotó hasta que llegó el autobús de línea y cinco mujeres arramblaron con las últimas existencias. Incluso alguno tiraba de picaresca y se quería llevar dos cajas en vez de una. Pero no logró engañar a los responsables de Protección Civil. Entre los últimos en la recogida estaba Marcelo Ortega, una rara avis de Castilblanco: lleva 54 años -"desde el año de la gran nevada", apunta bebiendo siempre del grifo, algo que dejó de hacer hace cuando le dijeron que habían detectado una alta concentración de aluminio en el agua procedente del pantano de Los Molinos.
"Me parece correcto que si el agua no está buena traigan botellas", aclara.Una vez se acabaron, llegaron los rezagados, que se quejaron con amargura de que no hubiera más agua. Pero, al fin y al cabo, no pasaba nada, ya que acudían seguidamente muchos de ellos a la pila, situada junto a la plaza amarilla, a recargar sus garrafas con "agua del cerro", como hacía referencia alguno de ellos.
"La afluencia no ha sido masiva ni hay ningún alarma creada por esta situación", comentó el concejal de Seguridad Ciudadana, José Manuel Carballar (PSOE), que se mostró confiado en que de aquí a unos días esta anomalía en el servicio "quede resuelta". Además, recordó que aunque el agua todavía no es apta para beber y cocinar, sí que lo es para el aseo personal y uso higiénico, como por ejemplo el lavado de vajillas.