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La burbuja del déficit exterior

Algunos dirán que no hay mal que por bien no venga y otros que los crecimientos excesivos suelen tener pies de barro (o suelen prestarse a explotar cual burbujas), pero lo cierto es que la crisis está contribuyendo a suavizar el déficit exterior español, tenido hasta hace bastante poco...

el 16 sep 2009 / 05:15 h.

Algunos dirán que no hay mal que por bien no venga y otros que los crecimientos excesivos suelen tener pies de barro (o suelen prestarse a explotar cual burbujas), pero lo cierto es que la crisis está contribuyendo a suavizar el déficit exterior español, tenido hasta hace bastante poco por una de las más graves dificultades de nuestra economía.

En efecto, según los últimos datos del Banco de España el saldo negativo de las balanzas comercial, servicios, rentas y transferencias se ha reducido nada menos que un 27,9% en el primer trimestre del año respecto del mismo periodo de 2008. Ha sido la balanza comercial la que ha registrado una mayor una reducción del déficit (48,9%). Y las causas principales son conocidas: el debilitamiento del consumo interior y el descenso del precio del petróleo, que unidas dan lugar a una caída de las importaciones del 30,8%, superior a la de las exportaciones, que han bajado pero menos, sólo un 21,5%. Pues bien, si esta tendencia se mantiene mínimamente, es de esperar un ajuste drástico de ese déficit exterior que se cernía tan amenazante.

Seguramente esta reversión de nuestro déficit exterior sea debida a que la notabilísima evolución negativa recientemente experimentada (10 puntos porcentuales del PIB entre 1998-2008) no se haya debido tanto a un descenso de competitividad exterior como a otro conjunto más extenso de razones, pues de otro modo sería difícil de entender. Ya en un estudio publicado hace un año por Claudia Canals y Enric Hernández del Servicio de Estudios de La Caixa, titulado "Luces y sombras de la competitividad exterior de España", se adelantaba, mucho antes de que la fase más dura de la contracción comenzase, que la relación entre aumento de déficit exterior español y pérdida de competitividad de la economía española nunca fue unívoca.

No hay un único indicador consensuado que nos indique el nivel de un país frente a otro, aunque es cierto que existen varias medidas a las que siempre se termina echando mano. En primer lugar está la cuota de exportaciones (el peso de las exportaciones nacionales dentro del total mundial). Para España, está variable inició una senda negativa en 2003 (o en 2001 si tomamos el dato en precios constantes). Como el resto de los países europeos, nos hemos visto adelantados por la expansión de las economías emergentes, de cuyo dinamismo comprador no nos hemos beneficiado porque nuestras exportaciones se dirigen apenas en un 3% a los países asiáticos. Sin embargo, la caída del resto de países de la UE-15 ha sido bastante más acentuada (su cuota exportadora lleva cayendo desde 1990).

Si consideramos la competitividad-precio de nuestras exportaciones, sí podemos afirmar claramente que hemos sufrido un retroceso. Tras las devaluaciones de la peseta en los primeros noventa, partíamos ciertamente de una posición muy competitiva, que, no obstante, el sostenido diferencial de inflación con el resto de la Eurozona (que además son nuestros principales compradores), ha ido mermando.

Por último, el componente tecnológico de nuestras exportaciones (que mediría algo así como el margen o valor añadido que aportan a un país sus ventas) no ha variado gran cosa en las últimas décadas: es fundamentalmente medio y bajo. Aquí sí estamos a gran distancia de la media europea. En este ámbito estamos prácticamente inéditos por lo que el margen de mejora es elevado, a poco que se haga en los campos energéticos y medioambientales, que empiezan a consolidarse.

Catedrático de Hacienda Pública

jsanchezm@uma.es

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