Se llamaba como yo o, mejor, yo me llamo como él. Miguel Bravo-Ferrer, que fue secretario del Ayuntamiento e Sevilla, y que por ello le pusieron una calle. En Nervión, barrio en cuyo nacimiento y urbanización tuvo mucho que ver. Una calle, por otra parte, de lo más modestita, nada que ver con las anchas avenidas que los alcaldes se dedican de forma diferida -cada uno se la pone al anterior para así asegurar la suya-. Pues se la quieren quitar, por lo de la memoria histórica. Que ya tiene mérito, porque se jubiló antes de la guerra y nada tuvo que ver con el nuevo régimen. Dicen que es sólo un error, que se han confundido de persona; y puede ser, porque hubo un Miguel García Bravo-Ferrer, sobrino del anterior, que sí tuvo una importante actuación en la II República. Dentro del régimen, por otra parte, porque era de un partido republicano.
Le ha pasado a este señor como a Zapatero, el hoy presidente del Gobierno, cuyo primer apellido tiende a desaparecer por ser más frecuente que el segundo. Pero tampoco me cuadra, porque eso sería como quitarle la calle no por ser franquista, que nunca lo fue, sino por ser de derechas; porque hubo, y muchos, republicanos de derechas, como lo fue él. Y no creo que este sea el sentido de la Ley de Memoria Histórica, que no va con izquierdas o derechas sino con ilegalidad, con represión y con violencia. Debe de ser un error, sea García o no.
Catedrático de Derecho del Trabajo. miguelrpr@ono.com
