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La cantaora rota y un bailaor pinturero de Jerez

Carmen Linares no llenó el Teatro de la Maestranza en su fallido homenaje al gran poeta alicantino Miguel Hernández.

el 23 sep 2012 / 21:51 h.

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La cantaora Carmen Linares durante su actuación.
Teatro de la Maestranza. Oasis abierto. Dirección musical: Carmen Linares. Dirección escénica: Emilio Hernández. Cante: Carmen Linares. Guitarras: Salvador Gutiérrez y Eduardo Pacheco. Percusión: Tino di Geraldo. Coros y palmas: Rosario Amador y Carmen Amaya. Piano: Pablo Suárez. Artista invitado: Tomasito. Diseño de iluminación: Antonio Valiente. Música: Carmen Linares y Luis Pastor. Entrada: medio aforo. Sevilla, 23 de septiembre de 2012.


Menos el Gordo de la Lotería de Navidad -solo sería cuestión de que le hicieran una tentadora oferta, porque le asustan pocas cosas-, Carmen Linares lo ha cantado todo y siempre ha dado un nivel más que aceptable, cuando tenía voz. No exageraría si dijera que es la cantaora más profesional de todos los tiempos. Lo de si es la mejor de todas las que ha habido entra ya en el campo de los gustos de cada uno. Le falta el duende de la Niña de los Peines, la jondura y el embrujo de la Paquera de Jerez y el arco melódico de Mayte Martín. Y ahora, la voz. No puede con los cantes. Sin embargo, es la más larga de las cantaoras por su estupenda técnica y enormes conocimientos, que le han permitido abarcarlo todo. Inteligente y lista como pocas, supo arrimarse cuando empezaba a los maestros que podían enseñarle los secretos del cante jondo -Matrona, Varea, Bernardo, Rafael Romero, Pericón-, ser fosforera y mairenera durante un tiempo y morentista casi siempre, sobre todo en los últimos años de su carrera.

Cuarenta y un años después de que el genio granadino grabara Homenaje flamenco a Miguel Hernández, cuando el gran poeta todavía estaba prohibido por el Niño del Ferrol y sus palmeros, Carmen nos trajo anoche una obra sobre el alicantino de Orihuela estrenada en Alicante en febrero de 2011 y que ya ha podido ser disfrutada -o sufrida- en ciudades como Madrid y París.

Medio aforo del Maestranza para ver un espectáculo en el que hay un gran trabajo de adaptación de algunos poemas de Miguel Hernández, y poco más. Esta obra sería un éxito si la cantara otra cantaora o un cantaor, pero la maestra de Linares ya no puede con los cantes y le suena la voz peor que nunca. Hay que ser claro y aguantar lo que venga, que para eso estamos los críticos: Carmen Linares dio la medida cantando canciones, como quedó claro en Casida del sediento o en Mis ojos sin tus ojos. Pero fracasó estrepitosamente cuando intentó cantar tarantas y cartageneras, bamberas, bulerías por soleá, martinetes y malagueñas del Canario y la Trini. La cantaora más importante de los últimos treinta años no puede dar estos espectáculos, y la Bienal de Flamenco tampoco, por muy cariñoso que estuviera el público con la artista, que aplaudió hasta a las acomodadoras. Carmen Linares no puede venir al mejor festival flamenco del mundo con una obra dedicada a uno de los poetas más grandes de nuestro país, Miguel Hernández, sin voz y con un bailaor cómico de Jerez de la Frontera -por muy sembrao que estuviera Tomasito-, para que le salvara el espectáculo. Eso no es propio de una cantaora de su categoría ni es presentable en una ciudad que siempre le ha demostrado cariño, admiración y mucho respeto.

Las voces no duran toda la vida y el cante por derecho no puede disfrazarse con un sonido espectacular, luces de cine o melosas canciones cantadas a piano. Sevilla, la Bienal y Miguel Hernández merecían algo mejor y si la maestra no puede ya con el cante, que cambie de género o se dedique a producir obras flamencas para quienes sí puedan. Es una opción que debería de pensarse muy seriamente.

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