Los Reyes Magos miran de reojo a Oriente. Todavía quedan días y prefieren darse un garbeo y coger un mágico tren y viajar, cual Harry Potter, hasta una antigua estación reconvertida en santuario de figuras que van a adorar al Niño, a imagen y semejanza de sus majestades. ¿Dónde para ese tren? Preguntará el avezado amante de la Navidad, que no le enciende estar horas y horas en las colas de los belenes tradicionales de Cajasol o El Corte Inglés, anestesiando la espera con el alumbrado navideño o el olor a castañas hechas a fuego lento tan típico de la estampa capitalina.
Pues el lugar para pegarse el atracón de belenes está, como diría José Zorrilla, en esa apartada orilla, que desde hace cerca de tres años está más cerca por el Metro: la Casa Minas de Cala, en San Juan de Aznalfarache. En esa estación centenaria reconvertida en centro de las artes, el sanjuanero vende su tradición, que durante años ha guardado de puertas adentro, a la vista sólo de sus vecinos, que entraban sin llamar -la puerta de casa está siempre abierta- para contemplar el nacimiento en todo su esplendor tras semanas de duro trabajo en familia. Ahora, las figuritas saltan de la casa al escenario, para que todos lo disfruten en el I Certamen de Belenes de San Juan.
La posibilidad está ni que pintada para cantar villancicos sin pegarse caminatas, porque en un puñado de metros cuadrados hay hasta ocho belenes, cada cual impregnado por su propia esencia. Mención aparte del que cada año luce el Ayuntamiento, que está fuera de concurso y que está a modo de recibidor de visitas, el resto tienen su seña de identidad.
Al subir las escaleras hacia la parte noble, llegan los chicos, los que emulan a los padres en la liturgia de montar el portal.Sus autores son los pequeños del grupo de catequesis de primera comunión de la Iglesia San Juan Bautista, que hicieron un belén muy de trabajo escolar: con figuras de plastilina y ramas de laurel que están sujetas a patatas. Los niños jugaron con la imaginación y hasta le plantaron una manta lila y de lunaritos al camello de Melchor. Ese título del más novel lo comparten con los pequeños carmelitas de la hermandad del Carmen, que reciclaron huchas de metal como figuras de portal.
Son aprendices del no tirar, un oficio que ya tiene maestro en San Juan. Es la Casa Inglesa que, dado que se dedica a la educación ambiental, predica con el ejemplo a través de un belén en el que todo es material usado. Es más, todas las figuras, hasta las ovejas y su pastor, están hechas de cartón del papel higiénico. Frente por frente, toma su hueco Juntos Creamos Futuro, una asociación de inmigrantes, que representa el 9% de la población. Una peruana, dos colombianas, dos paraguayos, una italiana y una española han confeccionado un nacimiento de la integración, con un San José gitano, un niño Jesús mulato y unos Reyes "de Oriente y Occidente". Todos lucen atuendos coloristas, como marca la tradición de una tierra, Sudamérica, donde la Navidad se celebra en manga corta.
El ingenio permite ese viaja al otro lado del charco o incluso por la historia. De eso último se encarga Javier Ballesteros, presentador del programa Noche de historia y misterio del Guadalquivir, y que ha hecho uso de los muñecos de Playmobil para poner en liza un belén tan original que está anbientado en el antiguo Egipto, con faraón y pirámide incluída y con servilleteros como casas.
Lo mejor está para el final. La tradición llega con la hermandad de los Ángeles y la familia Paz Márquez -la del pregonero de la Navidad, que incluso ha hecho un guiño a San Juan recreando la muralla del Monumento-. Pero el que se lleva la palma es Claudio López, el ganador del certamen, que hasta ha montado su propia montaña con capas de corcho.