Ahora ya son muchas. La moda flamenca es una industria y los nombres de sus diseñadoras -mujeres en su inmensa mayoría-, muy populares: Juana Martín, Pilar Vera, Aurora Gaviño, Ángeles Verano... En este escenario de prosperidad para el tradicional traje de gitana, que se pasea rumboso por la pasarela de la moda andaluza y nacional desde hace unos años, sigue existiendo una mujer que es el origen, la matriz, el claustro materno de los volantes. Cuando a la Feria de Sevilla se llevaban aún los vestidos que confeccionaban dignísimas pero modestas y simples costureras, Marcelina Fernández Mendoza Lina se rebeló como la primera de estas modistas a la que aplicar el status de diseñadora. Pero, por empezar desde el principio, la historia de Lina es la de una familia, los Montero Fernández. Fundada en 1960 cuando Marcelina Fernández y Francisco Montero contraen matrimonio, los primeros trabajos de Lina, en ese mismo año de sus nupcias, se realizaron en un pequeño taller en la calle Salado. Poco después, en 1968, se trasladó a la casa familiar del barrio de Santa Cruz y, posteriormente, a su ubicación actual en la calle Lineros.
La evolución profesional de Lina ha estado muy marcada por su estrecha relación con el mundo artístico, realizando innumerables creaciones para espectáculos flamencos, el mundo del cine, el teatro o la canción. Rocío Jurado, Juanita Reina, Gracia Montes, Lola Flores, María del Monte, Carmen Sevilla o Isabel Pantoja -su icono- han vestido trajes de Lina. Además, desde las revueltas de la angosta calle Lineros han salido trailers completos con el vestuario para numerosas películas de Marisol, Rocío Dúrcal y la propia Pantoja (estuvo nominada a un Goya al mejor vestuario por su trabajo en la película Yo soy esa, protagonizada por la de Triana).
Sin embargo, en estos inicios hubo un nombre, un rostro, la encarnación del glamour y el refinamiento, como fue Grace Kelly, ya entonces Gracia de Mónaco, quien hiciera que el nombre de Lina diera la vuelta a Europa cuando apareció en el Real del Prado de San Sebastián vestida con uno de los diseños a los que la modista estará siempre agradecida. A partir de ahí, la reina Sofía, la duquesa de Alba... y hasta la pequeña Suri, la hija de Tom Cruise, quien apareció hace unos meses en todas las revistas del mundo vestida con un traje de Lina, mientras su padre rodaba en la ciudad la película Knight & Day.
Pero más allá del relumbrón de su clientela, a Lina se le deben también algunos de los avances más destacados en el traje de flamenca, el único con moda de todas las prendas folclóricas regionales. Así, ya en 1961, apenas un año después de abrir su taller, la diseñadora realiza un primer experimento que sería definitorio para el vestido de gitana como lo concebimos hoy: la firma decide alargar los trajes hasta el tobillo, cubrir las axilas e incorporar el mantoncillo como complemento. Hasta entonces los trajes eran cortos y los flecos iban pegados al escote. Y tienen que pasar más de veinte años para que Lina se atreva con otro cambio que nos acerca al traje de hoy y que la responsabiliza como maestra y creadora de la prenda icónica de Andalucía. Segunda transformación del traje de flamenca: en 1989, Lina baja el talle hasta la rodilla para estilizar la figura de la mujer y las mangas vuelven al codo. Pero entre las especialidades de la casa destaca la confección de la bata de cola. Lina fue la primera en confeccionar una bata de cola para un hombre, Joaquín Cortés, quien la lució en uno de sus espectáculos.
Retirada desde 2005, su hija Rocío, que ya colaboraba en el taller desde 1985, asume hoy en día la dirección creativa de la firma, tomando el testigo de la tradición familiar. Lina se dedica desde entonces, y por méritos propios acumulados, a ser reconocida con todo tipo de distinciones. Y es que es de justicia recordar que el camino hacia la pasarela flamenca se inició en un pequeño taller de la calle Salado.