Mariano Bellver es una rara avis en este mundo de la cultura tan dado a la banalidad y a protagonismos fugaces. Propietario el colegio San Juan Bosco y vecino de la Plaza del Museo, ha logrado reunir una de las más valiosas colecciones de pintura andaluza del siglo XIX con 330 cuadros adscritos a las corrientes costumbristas y regionalistas de la época. Bellver, sin embargo, nunca ha alardeado de su patrimonio; más bien al contrario, fue él quien se puso en contacto con las administraciones para estudiar la posibilidad de incorporar su colección al patrimonio cultural de la ciudad. Durante todos estos años se ha revelado como un mecenas callado, sin ansias de protagonismo ni relevancia social pese a la indudable riqueza cultural que fue acumulando en su colección personal. La reunión mantenida esta semana por Bellver con representantes de la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Sevilla ha supuesto la garantía de que el fruto de su esfuerzo durante años será disfrutado por todos los sevillanos. Ésa es la mejor noticia a falta de concretar detalles como el lugar donde se expondrán -Bellver ha ofrecido incluso su propia casa- para permanecer unidas, cuál será el proyecto museográfico o quién se hará cargo finalmente de la administración de estos bienes. Resuelta la mayor y a falta de detalles por perfilar, resulta llamativo que este generoso coleccionista haya estado clamando en el desierto durante años, ofreciendo su patrimonio a las instituciones con escaso éxito y el acuerdo haya tenido que llegar inmediatamente después de que la Baronesa Thyssen haya optado por Málaga frente a Sevilla para llevar su colección de pintura andaluza. Más allá de los desaires, ya superados, que Mariano Bellver haya sufrido en el pasado, conviene subrayar hoy el apoyo decidido de las administraciones por difundir esta colección y la generosidad de Bellver al ceder su legado pictórico que, sin duda, enriquecerá a Sevilla.
