El 52,4% de los encuestados considera que el número de inmigrantes presentes en la comunidad es excesivo, un 2,3% más que en el OPIA de 2008, mientras que un 40,2% cree que son bastantes pero no demasiados (solo el 5% afirma que hay pocos). La mayoría (58,4%) señala que esa excesiva presencia se debe a la falta de regulación en los flujos migratorios pero ha aumentado un 20% los que hacen esta afirmación porque consideran que el mercado laboral está saturado. Así lo cree el 49,2% de los sondeados. El resto se reparten entre quienes ven que la situación social es desfavorable (8,7%), quienes vinculan su presencia al aumento de la delincuencia (7,2%) -esta opinión ha ido en descenso desde 2005- y quienes aluden al aumento del gasto público que suponen (5,8%).
Aumenta el número de andaluces que ven pocos o ningún efecto positivo en la inmigración (37,2%) mientras que el 83,9% señala algún efecto negativo, principalmente que quitan puestos de trabajo a los locales (aunque un 43% los considera necesarios en determinados sectores como la agricultura o el servicio doméstico) o que abaratan los sueldos. En general, un 54,5% hace una valoración más bien negativa del fenómeno migratorio frente al 35% de 2008.
El informe reconoce que "por primera vez desde el año 2005 (OPIA-I), el balance de la opinión pública andaluza ante la inmigración es mayoritariamente pesimista" en gran parte porque la crisis ha hecho que "los intereses de unos y otros, en lo que al mercado laboral se refiere, sean percibidos como divergentes, a diferencia de lo que ocurría en el auge de la bonanza económica". Sin embargo, llama la atención el hecho de que los datos de 2010 recojan las mejores valoraciones sobre la aportación de la mano de obra inmigrante al crecimiento económico de la comunidad durante el periodo de bonanza, un "reconocimiento retrospectivo" que contrasta con "bastante críticas" a la "despreocupación irresponsable" de los autóctonos al contraer "deudas elevadas".
Que la opinión de los andaluces sobre la inmigración está dominada por la crisis lo demuestra el hecho de que por primera vez, en los grupos de discusión complementarios a la encuesta, salen a relucir las remesas que los extranjeros mandan a sus países de origen, la mayoría para sus familiares, como una pérdida de dinero para Andalucía. Con todo todo, los autores del informe -Sebastian Rinken, Soledad Escobar y Saúl Velasco- dejan claro que no se pueden interpretar los datos como un resurgimiento de actitudes racistas o xenófobas en Andalucía sino con una visión del fenómeno muy dominada por las circunstancias económicas. Ahí se enmarca la consideración de que es un colectivo más protegido y privilegiado por las administraciones que otros con problemas derivados de la coyuntura actual o el menor apoyo a la repatriación familiar. Como en las anteriores encuestas, el 85% vincularía la entrada al país a un contrato de trabajo y el 44,8% condicionaría la regularización a tener empleo. Un 23,8% es partidario de legalizar la situación de aquellos inmigrantes que lleven varios años residiendo en España y solo un 8,5%, un porcentaje en descenso, apoya la regularización masiva.
En cuanto a sus derechos, el 89,7% está de acuerdo con que deben tener acceso a la educación, aunque un 30% cree que los colegios con alumnos extranjeros rebajan la calidad de su enseñanza. Sin embargo, el acceso a la sanidad pública es aprobada por menos gente: el 77,8%. Su participación política la apoya el 71%.
Mejor como jefes que de yernos o nueras
Siete de cada diez andaluces tienen relación habitual con inmigrantes, la mitad de ellos casi a diario. En el 45,2% de los casos, esa relación se da en el ámbito laboral, normalmente como compañeros de trabajo o subordinados. Sin embargo, el 83,8% aceptaría de buen grado tener un jefe inmigrante. El 42,4% de los que dicen tener relaciones con inmigrantes cuentan con ellos entre sus amigos y un 36% entre sus vecinos. Y si la aceptación a un jefe inmigrante es masiva, la de que un familiar se case con uno es algo menor, del 78,8%.
Los latinos, más de fiar que los rumanos
La proporción de los andaluces que dicen confiar mucho o bastante en los inmigrantes, en torno al 40%, es prácticamente la misma que los que se fían poco o nada de ellos. Ambas proporciones han aumentado mientras que cada vez es menos residual la respuesta evasiva o indiferente. La confianza, por tanto, está cada vez más polarizada y no es igual a unos u otros grupos de inmigrantes. Los sudamericanos y los subsaharianos son los que más confianza generan mientras que los de Europa del Este, sobre todo los rumanos, y los magrebíes, los que menos.
Respeto a sus costumbres con matices
Aunque por la crisis ha bajado la visión de la inmigración como una aportación positiva por su contribución cultural, un 53% sigue creyendo que su presencia nos enriquece. Pero un 58,3% se muestra contrario a que vivan en Andalucía según sus costumbres, una opinión en aumento. El 42,8% dice tener poco o nada en común con ellos por esos aspectos.