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La crisis y los economistas

Es costumbre, cuando pintan bastos en lo económico, la de ir a por los economistas, a masacrarlos. Se dice que sólo aciertan cuando reconocen en qué se han equivocado; que sólo avisan de los problemas cuando éstos se han producido. Será verdad. Ahora pintan bastos, pero a base de bien; y los navajazos hacia el gremio arrecian.

el 15 sep 2009 / 16:56 h.

Es costumbre, cuando pintan bastos en lo económico, la de ir a por los economistas, a masacrarlos. Se dice que sólo aciertan cuando reconocen en qué se han equivocado; que sólo avisan de los problemas cuando éstos se han producido. Será verdad. Ahora pintan bastos, pero a base de bien; y los navajazos hacia el gremio arrecian. Creo que es verdad que muchos la han pifiado; pero no podemos por ello despreciar a toda la ciencia ni a toda la profesión. Sobre todo porque confundimos al todo con la parte, al conjunto del gremio con unos cuantos sujetos, bien colocados y reputados, que son los que han impuesto su visión del mundo al resto del personal; a los economistas, con el control de la ortodoxia en la profesión; y a los paisanos en general, mediante la imposición de sus ideas a unos gobernantes que no han sabido separar el trigo de la paja. No es la economía, sino la ideología de ciertos economistas lo que ha quedado deslegitimado; una ideología disfrazada de ciencia, convertida en la peor de las ortodoxias, la que no admite crítica alguna a pesar de estar equivocada. La crisis va a quitarnos la máscara a muchos, y a desnudar a unos cuantos. Pero no debemos ignorar a los economistas. Ellos son los que entienden lo que ha pasado, y los que saben qué hacer para evitar que se repita; los que nos dan pistas sobre cómo reconstruir y sobre cómo volver a crecer de manera responsable y sostenible. La crisis tiene que ser una oportunidad para cambiar nuestro el modelo productivo, que es lo que en realidad la está causando en España; no podíamos seguir así, y ahora no nos queda más opción que el cambio. Tenemos que cambiar nuestra actitud ante la economía, ese mirar hacia otro lado cuando las cosas van bien a corto plazo, aunque el naufragio se vea venir; ese no saber gestionar el riesgo; ese vender y comprar humo en el que nos hemos especializado. Nunca hemos necesitado tanto a los economistas como ahora. Estoy seguro de que estarán a la altura del desafío, y de que sabrán poner su arte, su ciencia y su conciencia al servicio de la sociedad para ayudarnos a salir del atolladero. Atolladero en el que, al menos esta vez, no nos han metido ellos.

Catedrático de Derecho del Trabajo. miguelrpr@ono.com

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