La noticia habla de muertes. Da igual que una haya sido en el Puerto de Santa María y las otras en Madrid, Cullera o Valladolid. Da igual que yo tenga que escribir de cosas que pasan en Sevilla. Esta vez no ha sido aquí, pero ha sido y eso es lo que debería habernos puesto a todos en pie de paz contra los asesinos, hombres presas de la violencia machista, aterrados terroristas contra la libertad de las mujeres. Han vuelto a matar, como cuando cualquier otro terrorista lo hace y decimos eso mismo: han vuelto a matar. Matan casi cada día, unos días matan de muerte y otros días matan de miedo, pero siempre matan. Ha sido en España, pero también pasa en cualquier otro lugar del mundo, porque en todas partes hay hombres resistentes, convencidos de que el día en que la igualdad entre hombres y mujeres sea definitiva, será el último día del engaño sobre el que ellos han impuesto su poder a sus amedrentadas compañeras.
Matan, son asesinos, terroristas sin manifestaciones de protesta, sin un lugar destacado en la lista de los enemigos públicos, y eso es lo que todavía los hace sentirse fuertes, hasta la muerte de quienes los padecen. A esta hora exactamente una mujer puede estar siendo asesinada o a punto de morir de miedo. Hasta que no sintamos que sus asesinos están contra todos nosotros, contra nuestro deseo de vivir en paz y en libertad, sin miedo y con derechos iguales para todos y todas, ellos seguirán sintiéndose con derecho a matar. Es tal cual y habrá que ir tomando conciencia de la culpa del silencio.
