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La culpa es mía

Presento, como siempre tarde, la declaración de la renta. Dos meses dicen que te dan para hacerla, pero en lo que te llegan los papeles se te va mes y medio; luego, a correr con los números. Tengo a gala ser un ciudadano no consciente, pero cada año tengo...

el 16 sep 2009 / 04:50 h.

Presento, como siempre tarde, la declaración de la renta. Dos meses dicen que te dan para hacerla, pero en lo que te llegan los papeles se te va mes y medio; luego, a correr con los números. Tengo a gala ser un ciudadano no consciente, pero cada año tengo que hacer ejercicios para justificarme a mí mismo la clavada. Todo el ahorro del año se va para las cuentas públicas; y así muchos trabajadores como yo, puesto que no soy otra cosa. Bendito sea Dios, pago porque gano, y luego tendré servicios públicos; peor sería la alternativa, de lo uno y de lo otro. Aún así, algo de sofocón no me lo quita nadie.

Este año, sin embargo, la cosa es diferente, porque a la obligación de pago se está añadiendo la de pasar por ciertos argumentos técnicos sobre la crisis y los impuestos de los que yo, la verdad no tenía consciencia. Ahora resulta que la culpa de la burbuja inmobiliaria es de los euros que me descontaban de la declaración, los de la hipoteca, los únicos que podía reducirme. No de las autoridades displicentes ni de la codicia de empresarios y paisanos, sino mía, nada más que mía. Por mi reducción estamos como estamos, por unos cuantos millones de desalmados que desviábamos parte de lo que pagábamos como hipoteca para poder pagar unas viviendas que, total, sólo necesitamos para vivir.

También resulta que los problemas de las cuentas públicas se deben a lo bajo de la tributación que soporto, directa e indirecta; gracias a Dios habrá quien suba. Resulta, finalmente, que casi todos somos rentas altas, muchos sin ser conscientes de ello. Señores de la economía: crújanme, explótenme, sáquenme los higadillos; pero por favor no se metan más conmigo, que estoy cogiendo un cargo de conciencia que no puedo con él. Aunque sospecho que no me tratan como lo que soy, alguien malvado e insolidario. Más bien como tonto me tratan. Será que lo soy. Al rey la hacienda y la vida se ha dar, que decía el otro; lo que no sabía es que había que darle también la razón, y aceptar que, como siempre, la culpa es mía.

Catedrático de Derecho del Trabajo

miguelrpr@ono.com

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