Así empezó y así acabó el Betis.
No hace mucho, una segunda parte como la que ayer perpetró el Betis le habría dejado sin la victoria en el 100% de los casos. Incluso es muy probable que hubiera perdido. Sin el balón, sin jugadas de más de dos pases una vez traspasado el centro del campo, sin un hombre capaz de reorganizar todo desde la medular... Ya le ocurrió al Betis exactamente un año antes, frente al Huesca, pero o la Segunda División ha empeorado o el equipo verdiblanco es otro. Y visto lo visto tras 18 jornadas, la teoría más creíble es la segunda. El Betis es otro. Ya viene ocurriendo desde hace varias jornadas: el líder de Segunda no alcanza ni de lejos la exuberancia ofensiva del principio de curso, pero aun así genera las suficientes ocasiones para marcar (ayer cinco en la primera parte) y, una vez por delante, cambia la eficacia atacante por la defensiva. ¿Que el tridente no funciona? ¿Que los delanteros se apelotonan en el área rival y los centrocampistas se quedan sin opciones para triangular por abajo? Pues a marcar, porque el Betis siempre marca, y a confiar en Dorado y sus acompañantes de turno. Tan solvente es el cordobés que hace bueno a cualquiera que se ponga a su lado, llámese Miki Roqué, Roversio o Belenguer. Y si a la excelente colocación de su central más titular se le agregan la regularidad de Nacho y el crecimiento de Isidoro, así como la vulgaridad de la gran mayoría de las delanteras de Segunda, el resultado invariablemente es el mismo: gana el Betis. Aunque su centro del campo aporte poco y sus estrellas no aparezcan.
