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Local

La despensa de Extremadura en Sevilla

el 16 nov 2012 / 09:55 h.

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En febrero de 1987 Fernando Gómez Real y su esposa Esther fundaron en la calle López de Arenas el Mesón Jamón Real, La Despensa de Extremadura. Varios años después abrieron un nuevo local, más amplio, en la cercana calle Pastor y Landero, en un edificio de tipo modernista de principios del siglo XX, conocido como la Casa de las Moscas, del arquitecto sevillano Antonio Gómez Millán.

Hoy, en el local de la calle Pastor y Landero, el hijo de los fundadores, Juan Fernando, y su esposa Lucrecia, llevan con magnífica regularidad en su calidad el Mesón Real, realmente una verdadera despensa extremeña en Sevilla, donde no sólo podemos degustar in situ magníficas preparaciones de corte tradicional y casero, sino también podemos llevarnos a casa delicatessen como los bombones de higo, pimentón de la Vera, miel ecológica, quesos, etc. Verdaderamente el aspecto de todo el local despierta los jugos gástricos nada más echar un vistazo a la magnífica barra, de la pared cuelgan buenos jamones ibéricos y en vitrina refrigerada se ven quesos, además de los extremeños, hay hasta cuarenta variedades de todas las zonas de España, e incluso morcillas de hígado, un fabuloso morcón ibérico y chacinas variadas.

Todo el local respira ambiente rústico, con detalles de decoración rural, maderas. Hay mesas en el salón principal y un pequeño comedor interior, techos altos y una magnífica columna de forja circular, por todas partes hay botes de confituras, vinos, panceta, quesos y conservas, una verdadera despensa.

La carta es realmente extensa, con platos adaptados para celiacos. En algunos detalles se muestra la idiosincrasia de esta casa, el aliño casero de las aceitunas, el membrillo hecho con frutos del jardín familiar, el agradable vino de pitarra que llaman “peligro”, un tinto dulzón y amable que se cuela sin sentir, servido de unas simpáticas cafeteras antiguas.
En la carta, una variada lista de montaditos a 2,50 euros, de pringá, de lomo en manteca, preñao, de cabrales con anchoa, de melva con pimientos, entre otros. Pero la baza ganadora de esta cocina son sus platos extremeños, las ancas de rana, las migas, los huevos rotos con prueba de chorizo, las manitas de cerdo o los repápalos.

Unas sabrosas habitas con jamón, pequeñas y bien sofritas, sirvieron para destapar un redondo Habla del Silencio 2010, que fue perfecto para una espectacular tabla de quesos, acompañados de frutos secos y pasas, donde había desde un seco rulo de cabra pasando por un cremoso queso mallorquín, a un gran, y no tan picante, cabrales asturiano. Y llegaron los dos platos fuertes de la sesión, unas magníficas migas que, excepcionalmente, probamos con carne asada, fabulosas; lo habitual es que se sirvan con chorizo, torreznos o huevo. Y una carrillada de ibérico, con unas patatas fritas, entre panaderas y chips, la carne muy suculenta, tierna y sabrosa, con una salsa para mojar o empapar las patatas que tenían un punto no tan crujiente como para no dejarse mojar a fondo. Por último, un toque de creatividad en unos muslitos de codorniz en escabeche, cubiertos con una dulzona salsa a base de vegetales y especias, se toman en frío.

Un meloso licor extremeño de azúcar de caña acompañó unos deliciosos bocados de higos cubiertos de chocolate.

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