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La devoción ha tenido siempre nombre de mujer

Como quien dice, de casta le viene al galgo: la primera devoción con nombres y apellidos de la que se tiene constancia en Sevilla es la de Astarté, a la que se consagró el templo del Carambolo. Casi 30 siglos después prima la devoción femenina, no en vano esta tierra se postuló como la de María santísima.

el 15 sep 2009 / 16:13 h.

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Como quien dice, de casta le viene al galgo: la primera devoción con nombres y apellidos de la que se tiene constancia en Sevilla es la de Astarté, a la que se consagró el templo del Carambolo. Casi 30 siglos después prima la devoción femenina, no en vano esta tierra se postuló como la de María santísima.

"Hombre, tampoco es que se pueda establecer una relación directa", apostilla rápido el profesor del departamento de Prehistoria y Arqueología Eduardo Ferrer. Y no se puede porque aquello ocurrió hace poco menos de 3.000 años, cuando los fenicios se trajeron sus devociones de la punta más oriental del Mediterráneo y le dedicaron un templo en el cerro del Carambolo, en lo que hoy es Camas.

Ferrer, coordinador junto a María Luisa la Bandera del congreso El Carambolo. 50 años de un tesoro organizado por la Universidad de Sevilla, explica que la devoción femenina es muy frecuente desde los albores de la humanidad, y es que "siempre ha tenido mucha importancia el culto a la fecundidad, tanto en relación con la tierra como con los animales". Además, en el caso de Astarté hablamos de una "diosa polivalente", ya que para los fenicios era la divinidad de la navegación, de la cúpula celeste, de la nutrición... y de la fecundidad, claro.

Lo cierto es que esta diosa es la primera constatación de una divinidad que tenemos en la provincia de Sevilla, tanto desde el punto de vista literario como arqueológico. A la dualidad Astarté-Baal (el dios principal de los fenicios) se dedicó el santuario del Carambolo, que empezó a funcionar sobre el siglo IX antes de Cristo y terminó sus días a principios del VI de nuestra era.

Este final parece que no fue especialmente agradable para los devotos, como demuestra que el tesoro del Carambolo fue enterrado, lo que indica que algún peligro acechaba. Los restos arqueológicos no indican si el santuario fue arrasado, pero eso más bien se debe a lo etereo de sus materiales, adobe y madera. Esta misma fragilidad propició que continuamente se estuviese reconstruyendo, como indica que se han detectado hasta cinco fases constructivas diferentes.

Otra curiosidad es que, a continuación, sobre el templo se construyeron varios hornos "para fundir y refundir metales ya existentes". O sea, que la última actividad en el cerro fue la metalúrgica, y nada de imaginarse a los nativos fundiendo tesoros tartesios de oro, porque lo que se trabajaban eran metales poco nobles: hierro, cobre y bronce.

Antigüedad. Durante las jornadas ha quedado también de manifiesto que "casi todo el mundo tiene asumido que el santuario era fenicio", y lo mismo se puede decir del tesoro del Carambolo, por mucho que nada más descubrirse faltase poco tiempo para catalogarlo como tartesio. Esto se explica por las ganas que había de darle pomposidad a Tartessos, que en teoría eran nuestros ancestros. "La antigüedad da solera, ser más antiguo que tu vecino da prestigio", apostilla Ferrer.

En las jornadas se ha buscado el rastro tartesio en los textos grecolatinos y no se ha llegado a nada concluyente. Eso no quita para que José Luis Escacena, profesor de Prehistoria de la Hispalense, postule que el Fani Prominens (Promontorio Sagrado) al que hace referencia Rufo Festo Avieno sería conocido siglos después como el cerro del Carambolo.

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