Cofradías

La devoción oculta de Sevilla

El besamanos de la Virgen de los Reyes llevó hasta la Catedral a decenas de sevillanos que querían, un año más, honrar a su patrona y cumplir la tradición convertida en rito familiar.

el 04 ago 2010 / 19:30 h.

La de ayer fue una de las pocas tardes del verano de Sevilla que no es para los turistas. A las seis en punto, quienes entraban por la Puerta de Palos de la Catedral no era ninguna visita concertada ni nadie con un plano en la mano, sino los sevillanos que se acercaban al besamanos de la Virgen de los Reyes. Los visitantes, esta vez, se quedaron fuera mientras observaban a los foráneos extrañados. "Es normal", confirmaba Antonio Ramos Puerta, el presidente de la Asociación de Fieles de Nuestra Señora de los Reyes y San Fernando.

"Esto es una tradición que pasa de abuelos a hijos, une a las familias". Los asistentes no hacían más que confirmarlo.

Una de las primeras personas que entró en la Capilla Real de la Catedral, apenas unos minutos después de la apertura, era una señora mayor, ataviada con un rimbombante moño que recogía su pelo blanco. La acompañaba uno de sus hijos. Después de esperar la cola para besar la mano de la Virgen, se sentó en la bancada y comenzó a pedir en voz alta: "Reyes, te pido por mi marido, por todos mis hijos, por el préstamo...". Entonces, llegó una de sus hijas: "¡Ay, qué bien que has venido!". Y después llamó con su móvil a otros dos de sus descendientes para que no olvidaran acercarse a la catedral. Antes de irse, le dio dos besos más a la Virgen saltándose la cola, que para algo la había hecho ya una vez.

El año pasado fueron 3.500 los fieles que asistieron al besamanos. Esta vez, sin grandes colas, el chorreo era incesante. Las cánticas de Alfonso X y los cantos gregorianos amenizaban la tarde en la capilla, donde la sobriedad habitual se rompía con los colores veraniegos en las vestimentas de los asistentes, especialmente de los más jóvenes, que también los había.

Uno de ellos era Francisco José, de 21 años, camiseta turquesa, gafas de pasta y pelo engominado. Era la primera vez que iba, "a este besamanos, que a otros sí que he venido", porque "no lo sabía". El de ayer fue el primero, que continúa durante la mañana de hoy, desde las 9 hasta las 14.00 horas, y se repetirá el 20 y el 21 de agosto.

El besamanos es uno de los actos habituales que preceden la procesión de la Virgen el día 15. Este año, el manto con el que saldrá a la calle es el celeste, donado por la condesa viuda de la Casa Galindo para la coronación de 1904. Pero antes, el día 13, en plena novena, tendrá lugar otro acto significativo: la colecta que este año se donará a la residencia Regina Mundi de las hermanas del Sagrado Corazón de Jesús en San Juan de Aznalfarache. "Hacen una labor extraordinaria que no se conoce", cuenta el presidente de la Asociación de Fieles. "Acogen a personas con discapacidad grave, sin derechos sociales más allá de una pensión del Estado y, encima, viven sólo de la providencia". De ahí que ahora sufran una situación difícil, ya que la crisis ha provocado un descenso de las donaciones. Con la colecta, se espera que reciban al menos la misma cantidad que se recaudó el año pasado, unos 6.000 euros que entonces se destinaron al convento de Las Arrepentidas.

Pero lo que tocaba era besar a la Virgen, situada más cerca de lo habitual de sus fieles. Aunque no de todos, ya que uno de los tres sacristanes, Antonio José Ortiz, está acostumbrado a verla de cerca. Por eso, su atención se centraba en que todo funcionara bien: "La Virgen tiene que estar más iluminada"; "Por favor, un poco de silencio". Y desde el fondo de la capilla, alternaba la vigilancia con la reflexión. "Aquí siempre hay, cuanto menos, una o dos personas rezando todos los días del año. Esta es la devoción oculta de Sevilla".

  • 1