Dos tercios de los infectados por el virus del Sida en el mundo viven en África. A finales del pasado año ascendían ya a 22,5 millones y, de ellos, 1,7 millones se habían infectado en los últimos doce meses. Se podrían aportar más datos numéricos, pero sería abundar en lo que cualquier ciudadano informado sabe: África es un continente que pierde población por la crueldad de una enfermedad que se propaga, entre otros factores, por la falta de medidas preventivas en las relaciones sexuales. Por eso los gobiernos occidentales prestan su ayuda con el envío de dinero para la compra de profilácticos (España enviará este año un millón de preservativos). En este contexto, ¿le puede parecer a alguien lógico que el Papa, Benedicto XVI, insista en su viaje a África en condenar el uso de condones? ¿Acaso no se dan cuenta del daño que se hace con declaraciones así a las campañas preventivas que defiende la Organización Mundial de la Salud?