Ni siquiera la lluvia arruinó el día a la Virgen de los Dolores, que ayer fue coronada por el cardenal de Sevilla, Carlos Amigo Vallejo. El palio recorrió luego las calles de Gines, un camino por algunas vías que nunca había pisado del centro y el extrarradio.
Tras pasar buena parte del día mirando al cielo y sufrir la indecisión de la lluvia desde primera hora de la mañana, Gines pudo coronar a la Virgen de los Dolores en una jornada que poco tuvo que ver con la imagen de la hermandad sacramental cuando se echa a la calle cada Viernes Santo.
Para celebrar la ocasión y devolver a los vecinos el esmero puesto en la cita, la Virgen de los Dolores se quitó el velo de austeridad y recibió con alegría los cantos de sevillanas y los pétalos que le aguardaban al doblar cada esquina. Los balcones de la localidad lucían su estampa, palmas y ramilletes de buganvillas para celebrar el paso tras la coronación, la primera de una dolorosa en el Aljarafe.
A las 18.30 el palio salió de la parroquia de Belén. La plaza de España la recibía con la silueta de su casa de hermandad levantada en cartón piedra. Entre los invitados había representantes de unas 40 hermandades y sólo se echó en falta a Juan Manuel Miñarro, quien restauró la talla de Juan Astorga (datada en 1816) tras el incendio de la parroquia en 1990 y que a última hora no pudo acudir.
Junto al palio, la coral San Felipe Neri cantó durante la misa mientras que el coro Nuestra Señora del Rocío fue el encargado de entonar el himno de la Virgen. El cardenal ofició el pontifical y cuatro niños que encajaban graciosamente en el uniforme celeste, con chorreras y bombachos dorados, realizado para la ocasión por un modisto del pueblo portaron la corona. Los petardos y el repicar de las campanas enmarcaron la imagen del cardenal al coronar a la dolorosa.
Tras la eucaristía, la Virgen de los Dolores inició su camino con un objetivo: "Que vaya donde nunca antes lo hizo", explicó Manuel Navarro, fiscal de la hermandad. A su paso, las mantillas se encontraron con decenas de guirnaldas que cruzaban las calles formando arcos para recibir a la Virgen de los Dolores. Un camino que la dolorosa recorrió con disfrute y sin prisa por regresar al templo.