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La dura tarea de compartir piso

Coja papel y lápiz: debe ser ordenado y limpio, respetar a los compañeros en los exámenes y por favor, cuidado con las mascotas, fiestas e invitados.

el 19 jun 2011 / 17:50 h.

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Con qué ganas se coge la independencia, el momento de dejar de vivir bajo el techo de los progenitores. Pero todas las monedas tienen dos caras. Tras unos comienzos prometedores, pronto queda claro que cada uno es hijo de su padre y de su madre y surgen los problemillas, como ocurre, por poner un ejemplo clásico, con la limpieza. Es la principal causa de conflicto entre los compañeros de piso según las averiguaciones de Easypiso.com , el portal especializado en viviendas compartidas, que ha hecho un estudio al respecto. Detrás van las fiestas, los invitados a dormir y las mascotas.

"En mis cinco años como estudiante he cambiado varias veces de compañeros de piso y siempre he exigido una persona limpia y ordenada", dice Cecilio Hernández, de 23 años, que vive en la Macarena. Pero la limpieza y el orden no lo son todo: andaba viendo la televisión una noche y "sin venir a cuento llega mi compañero y la apaga. ¿¡Perdona!?" Imagínese la que se montó, aburrido que estaría el chico. Luego se resolvió, cuenta Cecilio, pero el mal trago gratuito se lo llevó igual.

Considera que es una persona con la que es fácil vivir, respetando unas normas mínimas. Está claro que cada cual en su habitación hace lo que quiera, "pero las zonas comunes son zonas comunes, y el orden y la limpieza hay que mantenerlos." Y para eso están los turnos de limpieza, para evitar que surjan esos roces, ¡y ni por esas! Como cuando aseguran que han limpiado "y no lo han hecho. Y encima si dices algo se ponen como una fiera" negando la evidencia. Si hay pelusas saludando por el salón, no se ha limpiado, hombre.

"No se trata de tener el piso como el Buckingham Palace", bromea Lourdes Martínez, de 29 años. Vive en Arjona y es dependienta en una perfumería. Lógicamente, "si manchas algo o ves que está sucio no esperes a que venga otra a limpiarlo". Es de Almendralejo y ya van diez años en Sevilla, mismo número de chicas con las que ha vivido hasta el momento "y a cuál más puerca", sentencia. En cambio vivió con dos chicos y "eran muy competentes y organizados." Para que luego digan. Ahora mismo, son tres en su piso: una con la que lleva más tiempo y otra menos. ¿Adivina con cuál no se habla? Con la primera. La muchacha cogió celos de la nueva, con treinta y tantos años que tiene ya encima, y "ahí está amargada. No tenemos tele porque arrancó el cable de la antena, me tiró el mando de mi TDT y puso un candado en su puerta porque se guardó la mitad de las cosas que compramos juntas en su habitación." De película. ¡Ah! Y llevan con un cubo lleno de basura ¡desde hace un mes! Todo un pulso porque "ella no acostumbra a tirar la basura. Es una asquerosidad, pero si no es por las buenas" tendrá que ser por las malas, o porque venga una amiga cucaracha a hacerles una visita.

Y a Pablo Rodríguez, sevillano de 24 años que vive en Rochelambert, también le tocó compartir piso durante su Erasmus en Italia. Tuvo los típicos roces con los compis, pero los problemas se los dio el casero. Este personaje, pese a no estar en el día a día, también influye. Recuerda que contó varias veces el dinero delante de él "para que no me pudiera estafar, porque ya lo intentó el día que le pagué la fianza. Salió de mi casa con 300 euros en el bolsillo y volvió con 230" acusándolo de haberle dado de menos, continúa. Después de la discusión y pasado un tiempo "se dio cuenta de que se había confundido", menos mal. A saber qué hizo con los 70 euros restantes.

La propia experiencia de estas personas les dice que la fórmula para una convivencia sana es una buena organización y el diálogo, "porque si no se dice lo que te molesta, no se arregla", comenta Cecilio. Y también que previamente a que los padres dejen volar a sus niños "les enseñen a convivir en armonía y respetar las cosas que no son suyas", dice Lourdes.

El hecho de que una persona joven, estudiante o trabajador, viva por su cuenta no quiere decir que se le vaya la cabeza, "sino que adecúas las cosas a tus intereses y tu forma de ser. Son unas formas más liberadas, más tranquilas y con tus propios horarios", asegura Pablo. Independizarse y compartir casa es una experiencia con la que se aprende mucho, "es una lección que sirve para comprender mejor a los demás y saber hasta qué punto estás dispuesto a ceder". La cara positiva de la moneda, vivir por libre y conocerse a uno mismo. 

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