Cabría reprochar a Fahmi Alqhai programarse a sí mismo y al conjunto que lidera en el Festival que dirige, pero también cabría preguntarse si sólo por cuestiones de mera ética protocolaria debiéramos prescindir de uno de los talentos más singulares de nuestro panorama musical y por extensión de una amplia representación de los grandes músicos que desde hace más de una década han convertido a Sevilla en cuna de una Edad de Oro de la interpretación de música antigua; una movida sin tanta repercusión mediática como la del pop madrileño de los 80 pero con mucho relieve.
Con el contenido del primero de sus tres trabajos discográficos, centrado en obras del primer barroco italiano sobre las penurias del amor, la formación Accademia del Piacere se reencontró con el público sevillano en la sala que ellos mismos inauguraron hace un mes. La revisión de estas piezas no estuvo sin embargo al mismo nivel que el disco de referencia, donde residía una mayor sutileza y elegancia y un más depurado nivel técnico.
Mariví Blasco, ahora sin el apoyo del tenor Juan Sancho, exhibió continuos cambios de color y tono, y aunque en estilo, falta de esmero en la articulación y la vocalización. A a un poco memorable Si dolce é'l tormento de Monteverdi, de fraseo entrecortado y escasa emotividad, hubo que sumar sin embargo un fresco y ágil Damigella tutta bella de Stefano Landi, apoyado siempre en su incontestable hermoso timbre.
En la parte instrumental cabe destacar el trabajo en las disminuciones de Vicente Parrilla a la flauta, la creatividad de Álvaro Garrido en la percusión, la exquisitez de Miguel Rincón en la cuerda pulsada y la incontestable versatilidad de Alqhai en la viola. Merece también mencionarse al actor Jesús Fuente y su recital poético. La actitud divertida y amena de los músicos, fruto de su indudable capacidad de disfrute, resultó agradecida pero algo inapropiada para cantar a la perfidia del amor.