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La estampa de una salida impecable para el recuerdo

el 15 sep 2009 / 01:55 h.

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La primera lágrima de Rocío delataba que Gregorio ya estaba debajo del misterio de la Redención. Dando pasos firmes, de costero a costero, para dulcificar la traición del beso de Judas. "Lo que se siente ahí debajo, no se puede explicar", decía minutos antes con el costal todavía enrollado bajo el brazo. A los 18 años pasó de lucir antifaz a sudar bajo las trabajaderas. Hoy tiene 31 y la misma ilusión. "Lo hago por Él".

Por Él, una cuadrilla de 30 costaleros, en perfecta comunión con la banda Nuestro Padre Jesús Cautivo de Sanlúcar la Mayor, emocionó a una plaza de la Redención a rebosar que ya estaba llena a las dos de la tarde. Muchos, como Pilar, aguardaban en la primera fila a las doce del mediodía. Ha venido desde Guillena para escuchar a las tres y cuarto de la tarde Al Señor de la Redención.

El misterio de Castillo Lastrucci ya de frente, estrenaba la rampa. La levantá, por Vicente Vela El Chato, un ex miembro de la cuadrilla que falleció el lunes pasado. Todas las miradas en la plaza se dirigían al olivo, que el año pasado traicionó a la hermandad dejándola clavada en el dintel. "Este año hemos utilizado unas varas más finas y flexibles", relataba, entre dientes, un miembro de la junta directiva que acompañaba al paso.

Y lo salvaron. Segunda lágrima de Rocío. La salida fue limpia, a pasos cortos, de costero a costero, y de pasos más amplios al frente. De arte. Y larga, ya que la chicotá de salida reviró hasta la calle Santiago encadenando una segunda marcha, Divino Redentor. A mitad de la calle, una saeta del balcón número 30 lloraba la traición de Judas por un puñado de monedas.

Pero los niños del primer tramo del palio daban una tregua y llamaban a la alegría. La Virgen del Rocío estaría fuera en 20 minutos. Josefa, de 68 años, la espera descalza junto a la puerta. "Vengo del Parque Alcosa por una promesa. Mi marido, que en paz descanse, y mis tres hijos, han salido de nazarenos", le cuesta decir. Su rostro, serio, se ilumina cuando se escucha la corneta. "Oído a la rampa", llama el capataz, Carlos Yruela. "Va por mi hija, de reposo en cama. Por ella, y por lo que viene dentro de ella; mi primera nieta".

Tercera lágrima de Rocío. De frente, su Virgen. A la espalda, el número 4 de la plaza. "Fue mi casa hasta los 20 años. Son muchos años sin venir. Muchos recuerdos". Y sigue llorando detrás de ella. Ya en Santiago, otra saeta. Con ella, la plaza de la Redención se despeja.

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