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La estética relacional

Hace quince años, en el Aperto de la Bienal de Venecia, cualquier visitante podía toparse con un hornillo de gas encendido para mantener la temperatura de un recipiente con agua hirviendo. A su alrededor, distintos elementos de camping esparcidos...

el 15 sep 2009 / 00:58 h.

Hace quince años, en el Aperto de la Bienal de Venecia, cualquier visitante podía toparse con un hornillo de gas encendido para mantener la temperatura de un recipiente con agua hirviendo. A su alrededor, distintos elementos de camping esparcidos y cajas de cartón, en su mayoría abiertas, con sopas chinas deshidratadas. Los espectadores podían prepararse allí mismo una sopa, cogiendo uno de esos envases y mezclando su contenido con el agua hirviendo, para sentarse tranquilamente a degustarla junto a otros visitantes que habían hecho lo mismo un poco antes. Podemos preguntarnos si algo así puede ser considerado "arte". Lo que ya resulta más difícil es que podamos utilizar alguna de las categorías tradicionales para referirnos a algo así. ¿Escultura? ¿Instalación? ¿Performance? ¿Happening? Una cosa está clara: Rirkrit Tiravanija, el artista que se atrevió a presentar una obra tan extraña en un evento de tal magnitud es, estamos convencidos, uno de esos personajes que serán ampliamente estudiados e idolatrados por las generaciones venideras.

Lo que ocurre es que estamos acostumbrados a analizar lo que sucede en el arte actual a partir de los esquemas conceptuales utilizados para tratar problemas ya planteados o resueltos por las generaciones precedentes. Por eso resulta complicado valorar justamente la originalidad de la propuesta de Tiravanija: lo que el artista pretendía era despojar al arte de su tradicional solemnidad, involucrar al espectador en el hecho artístico y establecer una red de interacciones humanas a partir de las posibilidades que ofrece el arte. Vista desde el tiempo, la postura de Tiravanija tenía algo de premonitoria; el sorprendente desarrollo posterior de los medios tecnológicos de comunicación, como la telefonía móvil o internet, ha puesto de manifiesto la necesidad de relaciones humanas que posee el hombre actual. En el fondo, lo que la gente quiere es poder relacionarse con sus semejantes. En esto consiste básicamente la estética relacional, el movimiento más fecundo de las dos últimas décadas.

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