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La excelencia de lo prenatal

Tras ser pionero hace nueve años en el cribado doble a todas las embarazadas, el hospital de Valme alcanza una tasa de de detección de malformaciones cromosómicas que alcanza el 93 por ciento, muy por encima del resto de centros.

el 26 ago 2014 / 09:51 h.

José Antonio Sainz, Enriqueta Turmo y Virginia Caballero, junto a uno de los ecógrafos de alta gama que cuenta el hospital de Valme. / J.L. Montero José Antonio Sainz, Enriqueta Turmo y Virginia Caballero, junto a uno de los ecógrafos de alta gama que cuenta el hospital de Valme. / J.L. Montero Cuando una mujer se queda embarazada y le llega el aluvión de preguntas de qué prefiere, si un niño o una niña, la respuesta es, casi siempre –hay excepciones–, la misma: «Que salga sano». Los hospitales están al quite de esta inquietud y, por ello, existen las pruebas conocidas de las 12 y las 20 semanas para comprobar que el feto se encuentra en perfecto estado y si llegará en plenas facultades. El hospital Virgen de Valme fue de los pioneros en cumplir con este mandato, de hacer lo posible porque el niño que venga el mundo, llegue sano y salvo. De ahí que emprendiera, hace casi una década (2005) un Programa de Cribado de Defectos Congénitos, que tiene una particularidad: a diferencia de lo que se hacía antaño –que se optaba por practicar pruebas a las mujeres de mayor edad– se hacía a toda embarazada de su zona. Todo para poder detectar a tiempo ese 3 por ciento de bebés que vienen con un defecto congénito. Más de nueve años y 33.000 embarazos después, la Unidad de Diagnóstico Prenatal y Medicina Fetal del centro ha llegado a un nivel calificado como «de excelencia». No es una opinión ni de Virginia Caballero, directora de la Unidad de Gestión Clínica de Obstetricia y Ginecología de Valme, ni de José Antonio Sainz, responsable de la Unidad de Diagnóstico Prenatal y Medicina Fetal, sino los fríos números. Se rige a parámetros de calidad y, por tanto de excelencia, a todo centro que supere el 80 por ciento. Y la tasa de detección de cromosopatías, que se realiza en la semana 12, se sitúa en el 93 por ciento. Un dato que va in crescendo. Para prueba, un botón: cada año, se asiste a una media de entre 3.300 y 3.500 embarazadas en la unidad. Y, sin embargo, «en el último año y medio no ha habido ninguna alteración cromosómica que no haya sido detectada». Todo un logro. Este programa asistencial consiste en la realización de un cribado combinado en el primer trimestre de embarazo, junto a una ecografía morfológica correspondiente a las 20 semanas de gestación. La ventaja de practicar la prueba de las 12 semanas es que, con ella, se evitan procesos que ponen en riesgo –aunque sea sólo el 1 por ciento– la vida del feto, como es la amniocentesis. Y, por otro lado, se elimina la mala costumbre de que se asocie las enfermedades como el síndrome de down a mujeres mayores. «El concepto de edad no es tan influyente», manifiesta Sainz. De hecho, el resultado de la prueba se determina a través de tres variables: la edad, los datos ecográficos y una analítica. De ahí se extrae si hay un riesgo bajo o alto de padecer una malformación cromosómica. Es más, la unidad está trabajando en nuevos modelos de cribado que depura más el diagnóstico, de forma que precise si existe un riesgo medio. «Sería como una segunda vuelta en valores intermedios que permitirá la tasa de detección», recalca Caballero. No en vano, aclaran que no se pueden quedar en «el conformismo» de los buenos datos. «Un falso negativo tiene un coste tan alto para los pacientes que no nos lo podemos permitir», se autoimpone la doctora. Una obligación que es extensible al resto de la sociedad. «El concepto de control gestacional te obliga a que se sepa que un bebé está sano antes de su nacimiento», recalca. Imagen en tres dimensiones de un feto ya formado. / j.l. montero Imagen en tres dimensiones de un feto ya formado. / j.l. montero Si la prueba de las 12 semanas determinar si hay o no malformaciones cromosómica, la ecografía que corresponde a las 20 semanas se centra más en todas las estructuras del feto, desde la cabeza y el corazón hasta los pies y los brazos. Ahí la tasa también es elevada en relación a otros centros hospitalarios: un 75 por ciento en malformaciones estructurales; un 95 por ciento en malformaciones mayores; un 65 por ciento en cardiopatías congénitas y un 90 por ciento en cardiopatías congénitas mayores. Para ello se utiliza un ecógrafo de alta gama, para el cual es necesario contar con una formación previa. De hecho, el hospital de Valme es especialista en formar a los profesionales en este tipo de aparatos, junto con Iavante. De todos ellos, hay un porcentaje que aparecen con malformaciones. Y para ello es «tan importante el diagnóstico como informar a los padres con claridad para que puedan elegir libremente» entre las opciones existentes. Entre ellas, está incluso la cirugía intrauterina, como algunas cardiopatías o las hernias diafragmáticas.  

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