Cofradías

La experiencia pesó demasiado

el 18 abr 2011 / 15:03 h.

La mañana había despertado en San Pablo algo plomiza. Mala señal. A pesar de ello, los vecinos del barrio se habían afanado en engalanar con colgaduras rojas todos los balcones de las viviendas aledañas al templo. Los rostros de los hermanos camino de la parroquia mostraban cierta inquietud. No obstante, muchos aún tenían grabadas en su mente aquellas desoladoras imágenes del pasado año cuando un fuerte aguacero sorprendió a la cofradía, obligándola a refugiarse en el Salvador.

Era el tema de conversación entre nazarenos, costaleros y vecinos. Todo giraba sobre si los pasos hubieran entrado en San Benito o en otro templos. Discusiones baldías. Lo cierto es que eran el reflejo de la preocupación que se respiraba. En el interior del templo, la junta de gobierno permanecía reunida desde primera hora de la mañana. Sobre la mesa estaban los últimos partes de la Agencia Estatal de Meteorología que por lo que se iba filtrando no parecían ser nada halagüeños. Aún así, los auxiliares de la cofradía pedían paciencia.

Alrededor de la parroquia de San Ignacio de Loyola se sucedían símbolos contradictorios que no invitaban a la esperanza. El altar de insignias permanecía inmóvil junto a los pasos, como si allí nada fuera a ocurrir. Había excesiva calma entre todos los hermanos, aunque ya se sabe aquello de que la procesión suele ir por dentro. Entre tanto, el hermano mayor de El Polígono, Manuel Márquez, tomaba el micrófono para dirigirse a sus hermanos. Instantes que se hicieron eternos hasta que pronunció sus primeras palabras. "Ante el riesgo que existe, las horas que nos lleva hacer la estación de penitencia y los escasos lugares para refugiarnos, hemos decidido no salir".

Sin solución de continuidad a sus palabras, los hermanos rompían en una fuerte ovación que se confundía con los llantos de los nazarenos más jóvenes. Era de esperar. Los partes que manejaba la junta de gobierno cifraban el riesgo de lluvia en un 70% hasta las seis de la tarde. A partir de esa hora y hasta las cuatro de la madrugada descendía al 20%. Era un riesgo innecesario, máxime tras la experiencia acumulada, pero a la hora de salir no llovía. Ni lo había hecho en toda la mañana.

"No quiero ni pensar en otro día como el del año pasado", comentaban algunos hermanos emocionados. Todos tenían la certeza de que había sido lo mejor. El propio Luis Álvarez Duarte, autor de las imágenes, quiso respaldar una decisión que a su juicio era "la más correcta". Con la esperanza puesta en otro Lunes Santo, comenzaron los homenajes a Jesús Cautivo y la Virgen del Rosario en forma de saetas, versos y ofrendas florales de un barrio al que el recuerdo le pasó demasiado.

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