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“La expresión artística es patrimonio de todas las clases sociales sin distinción”

Colombiano, parisino de adopción, sevillano por vocación... y trabajo. Francisco Orozco es un tipo intemporal, extravagante y encantador que convence con sus argumentos e hipnotiza con su acento mestizo.

el 26 jul 2013 / 22:58 h.

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El juglar Francisco Orozco, miembro de Artefactum y Música Prima,ayer en el Corral del Conde. El juglar Francisco Orozco, miembro de Artefactum y Música Prima,ayer en el Corral del Conde. Colombiano, parisino de adopción, sevillano por vocación... y trabajo. Francisco Orozco es un tipo intemporal, extravagante y encantador que convence con sus argumentos e hipnotiza con su acento mestizo. Si fuera vendedor, uno le compraría toda la mercancía. Pero sus únicas alforjas son un puñado de canciones e infinitas melodías. Es un juglar. Nadie sabe a ciencia cierta qué edad tiene y su imagen extrovertida le ubican idealmente en el imaginario medieval. Su mayor tesoro es su infinita autenticidad en lo que dice y lo que hace. Su misma azarosa vida respalda su discurso. Y es esa verdad que desprende la que, hace muchos años, le convirtió en la mejor adquisición de los grupos hispalenses Artefactum (que en breve conquistará el Festival de Santander) y Música Prima –con quienes acaba de grabar el disco Nuevos mundos–, y con el que regresará en concierto a la ciudad el próximo otoño. –Derrocha felicidad en el escenario. Usted y los músicos con los que toca. ¿Puro teatro? –No, no. Es una actitud escénica. No es premeditado. Tocamos como si estuviéramos de copas con el público. Con todo el respeto hacia quienes vienen a vernos, pero es así. Estudié en el ConservatorioExperimental de Pantin (Francia).Algo me influyó eso. –Será entonces que tocar a Beethoven no es tan divertido como hacer música medieval... –¡No debería de ser así! La música debe ser presentada con felicidad. Odio la idea romántica de afectación, esos músicos bellos que repentinamente arrugan sus caras como ancianos. ¿Quién demonios habrá impuesto el sufrimiento a la hora de tocar? –Defiende la utilidad del arte... –Claro... en muchas culturas el arte es algo mágico. Sin música la gente se pone nerviosa. –¿Virtuosismo o naturalidad? –Lo segundo, lo segundo. Existe hoy día una idea errónea de lo que es la excelencia. ¿Qué es eso?Pues algo que encontramos en una diva del belcanto y en una mujer que a las puertas de su casa en el pueblo entona una coplilla. La expresión artística pertenece a todas clases sociales. Sin distinción. –¿Por eso optó por ser juglar? –Me siento un eslabón más de una tradición con muchos siglos de historia. Eso me hace feliz. Soy juglar porque también soy trovador. Estoy en armonía con el mundo. –¿Y cuando no ejerce? –Pues vivo en una eterna contemplación, en mi apartamentito de París. Me encanta fundirme con todo, con lo más tosco y con lo más elevado, con Bob Esponja y con la Ópera de la Bastilla. –No negará que es excéntrico... –Toda mi vida ha sido un camino atípico. Un día vi un laúd y lo compré, desde pequeño me fascinó el medievo. Y en él he estado formándome durante 30 años. ¡Cómo no ser atípico si mi instrumento no es mucho más que un pedazo de palo de madera! –¿Nunca zozobró? Con su saber podría haber sido un docto profesor de conservatorio... –Nunca me he arrepentido del sendero que elegí. Mi bolsillo sí. Pero da igual. Porque mi trabajo comienza de nuevo cada día. “Siempre estad maravillados” es una frase que digo a los alumnos que vienen a verme. El paraíso terrenal está aquí mismo. –¿Qué lección saca después de una vida dedicada a la música de manera tan particular? –Que lo importante no es el lujo. He dado la vuelta al mundo, me han invitado a grandes hoteles y a grandes mesas y he viajado también en modestos aviones y dormido en pequeñas habitaciones. Pero creo que la relatividad es un acto de vida que te permite vivir mejor.Disfrutar con lo que en cada instante tengas delante. –¿Tiene competencia? –Me he encontrado a muchos Orozcos por el mundo. Por suerte, claro. Pero no son famosos. –¿Dónde quedó Colombia? –Es mi raíz, la base de todo lo que soy. Mi familia es de Antioquía, descendiente de vascos. Y pasaba mis vacaciones en El Chocó, junto al Pacífico, rodeado de indígenas. Les escuchaba embobado cantar y bailar. Mi tío, negro, negrísimo, fundó un grupo de música. El valor de la cultura indígena es increíble. Hay que reivindicarlo. Y yo me encuentro cómodo cruzando músicas, aceptando el bello legado de la globalización. –Hay quienes la censuran... –Error. La globalización es positiva, sólo hay que respetar la particularidad de cada persona para que aflore la humanidad. ¿Simple eh?Pero la simplicidad es lo más difícil de entender y ejecutar. –¿Cualquiera puede cantar? –Cualquiera. ¡Hasta El Quijote lo hacía! Mire qué ejemplo le pongo. Un loco genial, con un caballo desgreñado y un hortelano que tenía fe ciega en él. Cogía su vihuela y se arrancaba a cantar. –¿Qué es más antiguo: Guárdame las vacas o Boulez? –Boulez, Stockhausen... ya estaban en la Edad Media. La música contemporánea recupera para nosotros sonidos perdidos en la memoria. –Asegura que hay dos clases de músico... –El que es artista y poeta y el que sólo domina la técnica. Está equivocado quien piensa que todo aquel que sube a un escenario es un artista. Sólo una o dos veces en mi vida me tope con quien conjuga los dos modelos. Y¡ay! entonces... uno sale levitando. –Un día se cruzó con Sevilla... –En el imaginario de los latinoamericanos Sevilla es un sueño. Me hospedo feliz en un cuartito rústico. Gracias a que interesé a los músicos de Artefactum. Nos une el saber. ¡Que felicidad! –Acaricia un nuevo proyecto... –Músicas del Corpus Christi sevillano a partir del siglo XII. Ojalá podamos sacarlo a la luz y dárselo a la gente. ¿Sabe usted qué músicas tenían Santa Justa yRufina, San Leandro, San Fernando? Déjeme, déjeme que le cuente...

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