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La fábrica de esqueletos

En un rinconcito del Aljarafe, María Ángeles Prieto lleva años montando esqueletos de animales desde los cinco centímetros hasta los veinte metros. La nave que todo perro desearía vigilar.

el 22 mar 2010 / 21:27 h.

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¿Sabía que la ballena carece de dientes o el tiburón de huesos y que los delfines tenían dedos? Éstas y más cuestiones anatómica son el pan de cada día de María Ángeles Prieto, una empresaria sevillana que lleva más de seis años dedicándose al montaje de esqueletos de animales, así como a la taxidermia y a la reproducción de todo tipo de fauna.
Su última adquisición es una ballena de más de 20 metros que quedó varada el año pasado en la playa de Puerto Banús y que la empresaria lleva meses preparando para devolverla a la vida (en sentido metafórico) y llevarla a su nuevo hábitat, el museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, donde se convertirá en la protagonista indiscutible, aunque sólo sea por tamaño, y vivirá de nuevo en un mar, aunque sea un mar de miradas.

Entre sus clientes habituales (los del taller de María Ángeles, se entiende) se encuentran el Parque de las Ciencias de Granada, la Estación Biológica de Doñana o el Acuarium de Donostierra, entre otros. "Nosotros nos encargamos del animal desde que se queda varado en la playa, lo recogemos, lo descarnamos y los trasladamos hasta el estudio donde limpiamos sus huesos, los reconstruimos y de nuevo los montamos para enviar la pieza a su nuevo emplazamiento, donde la dejamos colocada", comenta la empresaria.

A veces el viaje con los animales se alarga durante días y la colocación se convierte en una misión imposible. "El Acuarium de Donostierra nos mandó restaurar la última ballena cazada con arpón en el Atlántico en el siglo XIX; fue un trabajo duro. Sin embargo, no me esperaba que lo peor iba a llegar cuando sacáramos en luz los huesos de la ballena. Tuvimos que viajar varios días con los huesos desmontados en varios camiones. Cuando llegamos, el animal no entraba por las puertas; tuvimos que subir los huesos a una grúa y meterlos por una de las ventanas. El nuevo museo estaba colocado en un espigón a ras del mar, por lo que un fallo de cálculos y los huesos caerían al mar y se perderían para siempre. Para colmo, la sala en la que los debíamos de meter era demasiado pequeña. No obstante, la conseguimos meter y ahora luce estupenda en el museo, pero pasamos un mal rato de verdad."

A María Ángeles la crisis no le ha afectado demasiado. Sin embargo, no ha tenido la misma suerte con el temporal de lluvias que ha azotado durante todo el invierno a la provincia. En Navidad a punto estuvieron los animales de tener que estrenar sus aletas (los que las tuvieran): el agua entró hasta el estudio.

La empresaria sevillana es una enamorada de su trabajo que reconoce que no le pesan las horas extras que le dedica, pues incluso en las partes más desagradables, como puede ser la descarnación del animal, es capaz de encontrar pequeños guiños que la hacen disfrutar de su trabajo. Espontáneos que con la ropa de baño se presentan voluntarios para arrancarle la piel al animal, resbalones que te pueden hacer acabar en el estómago del bicho sin necesidad de pasar por su boca o las miradas fascinadas de las personas que adelantan al camión en el que transportan al animal y se ven un costillar gigante. "Unas de las cosas más divertidas de este trabajo es la reacción de la gente cuando le dices a qué te dedicas. Una vez llamé para alquilar un camión y cuando dije que era para una ballena me colgaron."

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