Toros

La faena de la Feria

Antonio Ferrera se inspira con un excelente ejemplar de Victorino Martín al que cuajó por completo firmando el mejor trasteo del ciclo. Fandiño no tuvo suerte y El Cid certificó su irreversible decadencia con otro toro de alta nota (VÍDEO Y FOTOS).

el 12 may 2014 / 00:09 h.

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  • Plaza de la Real Maestranza
  • Ganado: Se lidiaron seis toros de Victorino Martín, bien presentados en líneas generales. Los tres primeros resultaron muy deslucidos aunque el segundo, muy en el tipo antiguo de la casa, humilló en los primeros tercios. El cuarto, un punto blando de remos, embistió con fijeza y humillación en la muleta. El quinto también brindó excelentes y rebosantes viajes, especialmente por el pitón izquierdo. El sexto falló en los embroques y acabó rajado.
  • Matadores: Antonio Ferrera, de nazareno y oro, silencio y oreja. Manuel Jesús El Cid, de tierra de Siena y oro, silencio y pitos. Iván Fandiño, de pomelo y oro, silencio y silencio.
  • Incidencias: La plaza registró más de media entrada en tarde fortísimo e insoportable calor. El sexto hirió a un caballo de picar.
  Antonio Ferrera. / Foto: J.M.Paisano Antonio Ferrera. / Foto: J.M.Paisano (FOTOGALERÍA) Las protestas arreciaban cuando Ferrera tomó la muleta. Era el cuarto de la tarde, un toro de Victorino Martín que el personal había tomado como chivo expiatorio del mal juego que estaba daba dando el encierro cacereño hasta ese momento. El animal blandeó, es verdad, pero no lo suficiente para que la presidenta sacara el pañuelo verde. La calma definitiva llegó cuando Ferrera tomó los palos para cuajar un excepcional segundo tercio que se escenificó en tres actos: hubo un primer par precedido de una pirueta en la cara; un segundo -sorprendente- sin cuarteo, llegando a la mismísima cara del toro andando con calma; el tercero, resuelto al quiebro, precedió a un hipnótico frenazo del toro que terminó de calentar el ambiente. Cuando Ferrera tomó espada y muleta nadie se acordaba de las fuerzas del astado, que cantó su buena condición al primer muletazo. El diestro extremeño había brindado la faena a Litri, que presenciaba la corrida de toros desde un burladero del callejón y comprobó lo que podía dar después de una serie diestra de buen dibujo que se antojó la prueba definitiva. Pero el gran toreo comenzó a brotar de forma creciente por el lado izquierdo. Hubo una serie notable, otra sobresaliente y una tercera de matrícula de honor que convenció al torero y al público de que allí estaba pasando algo grande. Ferrera se encajó con el toro, arrastró la mitad de la muleta y deslizó el engaño con sentido del temple en un faenón que nos devolvió al gran toreo. Ferrera firmó ayer la mejor tarde de su vida y lo hizo cuajando de cabo a rabo la entregada, lenta, fija y humillada embestida de este toro de Victorino Martín que también tuvo suerte de encontrarse con un matador maduro y en el mejor momento de su carrera. Pero habíamos dejado la faena en su fase central. Ferrera siguió toreando por naturales, sí, pero esta vez por el lado diestro después de dejar la espada de ayuda clavada en el albero. Los muletazos siguieron brotando y el público vivió la faena como una auténtica revelación y un acto de desagravio por la extraña feria que ya estaba quedando atrás. Después de cambiar la espada aún hubo algunos muletazos con sabor pero había que amarrar la estocada. El torero escogió el terreno de los medios para ponerle la mejor firma a su obra pero la espada entró en tiempo y forma al segundo viaje después de haber quedado enterrada feamente en el primer intento. Sólo cayó una oreja que Ferrera paseó sabiendo que había cuajado la faena de la Feria. Enhorabuena. Iván Fandiño. / Foto: J.M.Paisano Iván Fandiño. / Foto: J.M.Paisano El caso es que Ferrera ya estaba dando una gran tarde de toros antes de que saliera ese cuarto excepcional. A su primero, serio y magro de carnes, le había buscado las vueltas con habilidad y vistosidad en el primer tercio. El matador extremeño ha devuelto el sentido natural a los quites. Los instrumenta desde el peto del caballo, sin pausas ni tiempos muertos, buscando el lucimiento -sin perder la eficacia- desde el primer capotazo. Así lo hizo en este primero por chicuelinas y lo volvió a repetir con el tercero, del lote de Fandiño, cuajando unas excelentes cordobinas que se iniciaron en el estribo y culminaron en la raya. Ese toro había recibido un puyazo de refilón en el Sol y otro en el sitio preceptivo después de un vistoso galleo por la cara. Luego se vio que no había recibido el castigo suficiente. Violento en los primeros muletazos, distraido, muy a su aire y revolviéndose en una loseta, sólo permitió que Ferrera escenificara una faena sobre las piernas y lo mandara al otro mundo de una estocada fulminante. El Cid cumplía su tercera tarde en el abono confirmando que su largo declive parece no tener vuelta atrás. Es verdad que no tuvo demasiadas opciones con el segundo de la tarde, que sacó el aire y la cara de los tipos más arcaicos de la ganadería. El toro, con hocico de rata gorda, humilló con cierta importancia en los primeros tercios marcando una estampa antigua que nos devolvía a otra época. Siguió empujando con brío en el caballo y volvió a humillar, un poco al paso, en la lenta y premiosa lidia orquestada por los hombres del Cid, que después de brindar se echó la muleta a la mano izquierda pensando que se podía quitar algunos años de encima. El toro fue cambiando a peor, enterándose de lo que dejaba atrás y poniendo el intermitente para revolverse antes del embroque hasta dejar de pasar en el engaño. Manuel resolvió la papeleta con media tendida y bien agarrada que bastó. Fiel a su fortuna en los sorteos, el saltereño tenía enchiquerado un quinto que podría haber vuelto a cambiar su vida. Los primeros compases de su lidia se vivieron con el run run que siguió al gran trasteo de Ferrera pero ese quinto reveló su excepcional fondo después de un largo sobo de su matador que descubrió muy tarde que el lado era el izquierdo. Los naturales se sucedieron con esfuerzo pero la música -algo reacia- no llegó ni a sonar. A pesar de los pases amontonados faltó planteamiento, falló el nudo y ni siquiera existió el desenlace. El diestro de Salteras estaba tocando fondo. Nadie ha olvidado las páginas de oro que ha escrito en esta misma plaza pero no puede seguir acudiendo a Sevilla como base del abono. Este declive no es nuevo;se prolonga un largo lustro. Su gente y él mismo deberían pensar a qué lleva esta sobreexposición en una plaza que a pesar de todo ha sabido tratarlo con exquisito respeto. Ayer pudieron romperse los últimos afectos. Deberían plantearse otros derroteros. Por el público, lo primero, pero por el propio torero también. Y dicho esto no nos olvidamos de Fandiño, algo agarrotado en una tarde que no salió como él esperaba. Su primero, sin recorrido ni entrega en la muleta, no sirvió. Con el toro que cerró la Feria porfió sin rendimiento antes de que se rajara por completo. Fue un placer...

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