En cuanto anochece lo primero que hago es beberme una jarra grande de agua. Menos mal que mi jefe es comprensivo y me deja descansar a ratos", relata.
En la barra, hoy le ayuda su hijo Naceur, de 17 años, que no para de servir refrescos y tirar cervezas. Naceur se ha levantado esta mañana antes de que amanezca para poder desayunar algo. "El resto del día me lo paso jugando a la Play, para no cansarme mucho con este calor", dice. Su madre, en cambio, acaba "tan agotada" que perdona el tentempié con tal de dormir más. Durante el día, no comen ni beben nada, como marca el Ramadán. Por la noche, rompen el ayuno con una gran cena familiar.
Fatiha Lekouihiatte es de Rabat y está divorciada. Llegó hace seis años a España y hace tres se trajo a sus dos hijos, Naceur y Khadija, que con 12 años aún no practica el ayuno. "Se harta de comer", dice Naceur con envidia, aunque al mismo tiempo reconoce que él empezó a hacerlo con 13 años "antes de que me correspondiera, porque quise, era la tradición y veía que nadie comía". Su hermana no parece tener tantas ganas, aunque este año "lo ha hecho dos días al principio, hará otros dos ahora y el último día, para que se vaya acostumbrando", dice su madre. El mes de ayuno, uno de los cinco preceptos obligatorios del Islam, empieza a practicarse al llegar a la pubertad.
Después del trabajo, Fatiha va a casa a preparar la cena que de noche compartirá con sus hijos, sus dos hermanos y sus sobrinas. Una de ellas, Sanae, también está exenta:acaba de dar a luz al pequeño Isaac. En el patio de la casa de Fatiha cuelga el cordero recién degollado. Su cultura obliga a este sacrificio antes de poner nombre al niño, y debe realizarse en su primera semana de vida.
Cena típica. Fatiha ha hecho con antelación la compra de los ingredientes necesarios para las cenas de Ramadán de todo el mes, e incluso tiene congelada cantidad suficiente de harira para todos los días. Esta sopa de legumbres, verduras, harina, carne y huevos no puede faltar. "Es muy caliente, así que ahora ponemos sólo un poco, pero si no está en la mesa, parece que no es Ramadán", cuenta Fatiha, que tiene preparadas 30 bolsas de esta sopa para descongelar cada día una. El Ramadán termina este año el 11 de septiembre -Naceur lleva perfectamente la cuenta-. Cada día el ayuno se rompe un poco antes, ya que es la puesta de sol la que marca el momento y en agosto y septiembre, los días van acortando.
La cena de ruptura del ayuno comienza con la harira, acompañada de dátiles y los típicos dulces arábes como los choubkia (pestiños) o las ribia de louze (galletas de almendra) que en este caso son caseros, ya que Fatiha es además repostera y vende sus dulces a restaurantes y tiendas de la zona.
También al principio se toma el selo, una pasta de frutos secos mezclados con harina, mantequilla, miel, canela y anís. Después, en casa de Fatiha se come pescadito frito, un guiso de carne y verduras. Y se termina con leche y té. "Dejo preparados yogures o ensaladas de frutas para quien quiera levantarse antes del amanecer a desayunar. A veces mi hijo me trae un vaso de leche a la cama", explica.
Fatiha se pasa así el día entre fogones sin poder probar bocado hasta la noche, cuando se juntan todos, como en Marruecos. En Andalucía residen más de medio millón de musulmanes, cada vez más, reagrupados con sus familias. Este año, la coincidencia del Ramadán con el verano ha hecho que muchos se vayan de vacaciones a sus países (más de 700.000 magrebíes residentes en España o Europa han cruzado al Magreb por los puertos andaluces). Pero los que no, guardan fielmente la tradición de depurarse y reflexionar sobre aquellos a los que les falta el agua y la comida a diario.