J.M. PAISANO (ATESE)
¿Cuándo fue la última vez que paseó de noche por el Parque de María Luisa? Pero pasear, pasear, perdiéndose por sus caminos, oliendo el albero y el verde que lo inunda. Esto es lo mejor que sacará de las rutas teatralizadas que el Ayuntamiento de Sevilla, a través del Distrito Sur, ha puesto en marcha todos los miércoles y jueves de septiembre.
Apuntarse es gratis y rocambolesco en la era digital. Tendrá que personarse en la sede del Distrito (C/ Jorgue Guillén) y formalizar la solicitud correspondiente. Si no lo hace y se presenta allí mismo no será mal mirado. Muchos curiosos se arriman al grupo. Y sí, al principio este teatrillo organizado por los esforzados actores de la compañía Gulliver funciona como punto de partida. Pero pronto, el espacio deglute a dos carrillos a Virginia Cano, actriz que da vida a la Dama del Parque, cicerone del público durante dos horas por todos los rincones de este.
El 90% de los espectadores en la sesión del pasado jueves era sevillano. Saliéndose un poco del grupo y con los claroscuros de la anochecida, los vecinos de Palmete parecían noruegos, los de Nervión vivarachos alemanes, los de Sevilla Este tiraban más a ingleses y los del Distrito Sur tenían un no se qué de portugueses. A qué negarlo, sentirse güiri en la propia ciudad de uno es fantasía inconfesable de muchos. Y he aquí que esta ruta lo pone en bandeja. Por si no fuera suficiente el verse allí un día entre semana de septiembre contemplando cómo oscurece sobre la Plaza de España, la Dama del Parque alimenta el éxtasis. En la Glorieta de Concha Piquer entona el No te mires en el río (con su matarile, rile, ron) y mientras guía al grupo a otra nueva parada hace una versión participativa de Ojos verdes. El cúlmen sería una aparición entre fantasmagórica y ferial de bailaora y palmero. No la hay, pero casi.
J.M.PAISANO (ATESE)
Llegados a la Glorieta de los Hermanos Álvarez Quintero, dos actores representan el sainete Ganas de reñir. Por el camino ya habrán surgido de entre los árboles personajes como Rodrigo Díaz de Vivar, Aníbal González, atribulado por la obra que tiene ante sí y Torcuato Luca de Tena.
En la traca final, un Miguel de Cervantes ronca en un banco y se apresta después a establecer un pequeño concurso cultural con el público. Quedará luego la estelar comparecencia de Pedro I de Castilla y Catalina de Rivera. A veces los actores enganchan con más simpatía que guión al respetable y, en ocasiones, dan ganas de despistarse entre los jaramagos y disfrutar de un silencio que suena como en ninguna otra parte en Sevilla. Resultará, en fin, todo lo inocuo que se quiera. Pero perderse y reencontrarse por el Parque de María Luisa no es un plan que aparezca normalmente en las agendas.
