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La fiesta de la Gran Sevilla

Tengo un amigo portugués, visitante puntual de Sevilla en primavera, al que le gusta decir que nunca sabrá si sería mejor comprarse una casa en la calle Betis para contemplar el Paseo de Colón o en éste para poder ver las casas de la orilla de enfrente.

el 14 sep 2009 / 22:08 h.

Tengo un amigo portugués, visitante puntual de Sevilla en primavera, al que le gusta decir que nunca sabrá si sería mejor comprarse una casa en la calle Betis para contemplar el Paseo de Colón o en éste para poder ver las casas de la orilla de enfrente. Algo parecido sucede cada Nochevieja tras el primer minuto del año que nace. Hace no más de tres décadas el cohete era únicamente un artilugio aljarafeño, no sé si resto morisco como en Levante o extensión de la cultura rociera a todo el año. El caso es que procesiones, veladas, bautizos y bodas se hacían al ritmo de los estampidos mientras esas explosiones no acompañaban (salvo las del Rocío) las celebraciones de Sevilla.

Yo no sé cómo prendió esa mecha -y nunca mejor dicho- en la ribera de la Giralda pero lo cierto es que el nuevo vecindario del Aljarafe adoptó la costumbre de los autóctonos, los sevillanos respondieron y el momento de Año Nuevo se ha convertido en una expresión colectiva en la que participan por igual los del llano y los de los cerros sin que nadie lo haya programado: una obra de la sociedad civil y, a la vez, una prueba de su existencia; de la existencia de la Gran Sevilla que se une instintivamente, como en la Maestranza el sol y la sombra para dar los trofeos, en comunión cívica. Y ahora nadie sabrá si es mejor contemplar el espectáculo de fuego y explosiones desde un lado o desde el otro.

Antonio Zoido es escritor e historiador

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